La acusación desde Francia de la poca calidad del producto español sorprende a los productores. Ambos países comparten variedades y mismas reglas de cultivo. Los roces diplomáticos pueden surgir de las más insospechadas anécdotas. El desencuentro entre Francia y España a cuenta del tomate encaja en esta categoría. Unas declaraciones peregrinas de la excandidata socialista Ségolène Royal, que definió el bio español como “incomible” y “de mala calidad” para salir al paso de las protestas agrarias en su país provocaron la reacción del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en defensa del tomate nacional (“imbatible”) y la posterior disculpa del titular de agricultura galo, Marc Fesneau.
Y poco a poco han surgido voces, tanto en España como en Francia que han desmontado las acusaciones de Royal sobre la supuesta poca calidad gustativa de los tomates ecológicos españoles y su falta de regulación. Porque, en realidad, existen escasas diferencias entre un tomate español y uno francés. Las normas de producción son exactamente las mismas, como también el tipo de semilla y las principales variedades consumidas.
Los primeros en arrojar luz sobre el asunto han sido las propias organizaciones agrarias de Francia. “Los productos bio españoles y franceses siguen las mismas normas de producción y controles”, afirman Ifoam France, FNAB, Sinabio, Ecocert, e Interbio, las cinco mayores productoras de alimentos ecológicos francesas y responsables de aproximadamente el 80% de los productos bio que se consumen en el mercado galo.
La producción ecológica en Europa está regulada por una normativa comunitaria que marca los procesos para que un tomate pueda llevar la etiqueta bio. Los estados miembros no pueden modificarla ni adaptarla. Es igual para todos. Empresas certificadas se encargan de supervisar la producción, controladas a su vez por el Tribunal de Cuentas europeo. En cuanto a las inspecciones en el terreno, son las comunidades autónomas en el caso de España o los departamentos regionales en Francia los encargados de realizarlas.
Fernando Moraleda es director de la oficina agro en Llorente y Cuenca. Fue secretario general de UPA y número dos del Ministerio de Agricultura en el Gobierno de Zapatero. Su visión, como experto en el campo, es clara: el agujero del campo en Francia no está en nuestro país, sino en la propia agricultura gala. “El problema del mercado francés es que está completamente inadaptado. Nosotros tenemos sol y hemos sabido modernizar nuestros regadíos, por ejemplo. Hemos hecho los deberes, pero los franceses no”. Moraleda vivió en primera persona la “animadversión francesa” hacia el campo español desde los años ochenta y noventa. Tanto en UPA como en el Gobierno. Incluso se refiere a la actitud de los vecinos como “fundamentalismo agrario”. La clave, según él, es que el mercado francés es muy proteccionista y no está preparado para competir en un mercado común con los competitivos productos españoles, esencialmente contra el tomate de Almería.
“El problema del mercado francés es que está completamente inadaptado. Nosotros tenemos sol y hemos sabido modernizar nuestros regadíos, por ejemplo. Hemos hecho los deberes, pero los franceses no”
Los datos de aduanas y de Eurostat evidencian además que el grueso de tomates importados por Francia no provienen de España, sino de África, explica la Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de la provincia de Almería (Coexphal). En concreto, el 70% de las importaciones francesas corresponde a Marruecos. España apenas representa el 16%.
“No le veo ningún sentido a las acusaciones sobre el tomate español”, dice aún con sensación de sorpresa Andrés Góngora, productor de tomates en Almería y responsable de Frutas y Hortalizas en la organización agraria COAG. Primero, teniendo sólo en cuenta la intencionalidad política, porque Francia y España no son competencia en cuanto al tomate, ratifica Góngora. Como mínimo no en el de invierno, que es el que se consume ahora.
El tomate es una fruta de verano, pero su producción se extiende todo el año en países como España por un clima más favorable y el uso de invernaderos que raramente necesitan otra fuente de energía que no sea el sol. Esto permite el cultivo de tomate durante todo el año, siendo Andalucía, Extremadura, Murcia, Castilla-La Mancha, Navarra y Catalunya las principales zonas de siembra. En cambio, Francia, por su clima, tiene la producción de esta fruta mucho más limitada. Se concentra principalmente en la Bretaña, la Costa Azul y el Valle del Loira, con muy poca producción en invierno. “Entre octubre y abril no somos competidores, porque Francia apenas genera tomate”, afirma Góngora. En estos meses, el país vecino se abastece sobre todo de España y Marruecos. Los productores galos subrayan que, mientras el tomate español respeta las reglas de juego comunitarias, los marroquíes no, si bien son más baratos porque los costes de producción (en especial la mano de obra), son menores. Numerosas empresas multinacionales y fondos de inversión producen en Marruecos precisamente porque pagan salarios mucho más bajos a los trabajadores del campo. - lavanguardia.com
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