CIVILIZACIÓN ARTIFICIAL

La inteligencia artificial está sacudiendo el futuro de nuestras sociedades. Sus avances ponen en cuestión puestos de trabajo pero también, advierte José María Lassalle (Santander, 1966), quién acabará siendo el amo y el esclavo en nuestro mundo, con una IA que se hará cada vez más fuerte y no es improbable que alcance la singularidad. Y le sobremos. Lassalle publica Civilización artificial (Arpa), un ataque al desarrollo actual de la IA, que ve nihilista. Un nihilismo doble, el de los tecnolibertarios neoliberales de Silicon Valley y el del confucianismo digital chino, que protagonizan una carrera por la hegemonía ante la que cree que Europa debe apostar por un nuevo humanismo tecnológico.

- Recalca que desde sus orígenes ha habido una evolución nihilista de la IA. ¿En qué sentido?

No ha habido un propósito que acompañara a su desarrollo pese a ser una tecnología que no es simplemente facilitadora sino que nace con la vocación de generar poder, un poder de cambio. Ese poder utópico que está inserto en su ADN. Imitarnos sin imperfecciones. Al no tener propósito ni una configuración sistémicamente ética es nihilista. El poder por el poder. Es el debate que desde el republicanismo romano preocupa a la política democrática. Cómo controlar la tendencia a la hegemonía del poder cuando se desarrolla sin regulación ni límites.

- Replicarnos sin defectos, dice, es la idea con la que nace la IA con Alan Turing.

Busca replicar. Está en la vocación aspiracional de Turing: el impacto de la muerte de un amigo le lleva a decir a sus padres que va a replicar la inteligencia de su hijo para que siga vivo. Esa lógica espiritualizada de una réplica que sustituye lo perdido nos conecta con el mito casi fundacional de la civilización occidental. Hay un elemento profético en la IA que no identificamos porque se ha sistematizado lógicamente. En la apoteosis de la inteligencia artificial está la magia, el poder de seducción de lo mágico.  Y en esa idea de replicar un cerebro desprovisto de los defectos que llevan al ser humano a equivocarse, porque su complejidad orgánica y cultural le hace tomar decisiones equivocadas que no hacen uso de una inteligencia lógica estadística que confunde la precisión con la verdad, tenemos que reconocer que en el ADN de la IA está la utopía correctora de lo humano como error. Y establecer una idea de justicia basada en superar todas las imperfecciones humanas. Y ahí, sin que los tecnólogos lo intuyan de manera precisa, existe una corriente totalitaria. Romper los límites está en la esencia de la IA. No hay fronteras. Y donde no hay fronteras ni límites, no hay ética.

- "El capital está en manos del dueño del algoritmo, que no paga impuestos, y el trabajo, de máquinas”

Asegura que los avances de la IA provocan ya el incremento de la desigualdad que socava las clases medias y la democracia.

La máquina de vapor y la revolución industrial fundamentan la aparición de las clases medias, capaces de colaborar con esa revolución con su trabajo intelectual. El trabajo del abogado, el ingeniero, el arquitecto, el creativo, es lo que la IA socava. El trabajo humano intelectual vale menos.

- ¿El contrato social del siglo XX salta por los aires?

De eso tendríamos que estar discutiendo mientras crece la desigualdad por un uso intensivo de la transformación digital, teniendo la IA como protagonista que desplaza a la inteligencia humana de los trabajos que han soportado el expertise del capitalismo postindustrial y ahora del capitalismo cognitivo. Un capitalismo que genera plusvalías alrededor del conocimiento, pero ya no humano, sino de uno mediado por máquinas.

- El pacto social que sostuvo el Estado del bienestar se rompe para configurar un diseño donde el capital está en manos hegemónicas del dueño del algoritmo, que además no paga impuestos por él, y el trabajo en manos de máquinas, plataformas, inteligencias artificiales. Eso explica la concentración de riqueza en las manos de unos pocos y la pérdida de poder adquisitivo de las clases medias y el enfado de éstas que alimenta el populismo. Hay un desalineamiento de la clase media respecto a la democracia que está tensionando nuestras sociedades.

“En 20 años podemos tener enfrente a alguien que no nos entienda y que nos vea como amenaza”

- Y además no descarta que la IA llega a la singularidad.

Grandes tecnólogos ven posible el clic cognitivo. Y a eso se le suma que en nuestro sistema capitalista la cuenta de resultados importa. La máquina ya aporta en el Internet de las Cosas más valor por su dato que el dato que generamos los seres humanos. Y si las máquinas aportan más valor inconscientemente, ¿qué no aportarían conscientes? En la lógica capitalista, es la antesala de su búsqueda.

- La posibilidad de vivir en Matrix no es tan remota.

No. El problema no es hoy la desinformación, un problema para las democracias liberales, es la inautenticidad, que la IA sea capaz de crear, a partir de la información que tiene sobre mí, una conversación como la que estamos manteniendo, radicalmente distinta pero creíble. Y que un sujeto informado dude, por lo que los mecanismos de control acaban en otra IA. Eso destruye la democracia y nuestra civilización, atenta contra la estructura epistémica que ha fundamentado el conocimiento y la verdad. Cuando Hannah Arendt en La condición humana reflexiona sobre la autenticidad de lo humano en el mundo, no es comer un producto bio, es sentir que estás tocando la realidad. Y eso puede desaparecer delante de nuestros ojos sin enterarnos.

- ¿Cuál es el riesgo mayor al que nos enfrentamos?

Colocarnos dentro de 20 años frente a alguien con quien no podemos dialogar desde la confiabilidad y un estatus amigable, recíproco, sino de un otro que proyecta sobre nosotros una mirada sintética, que no nos entienda y nos vea como amenaza. No estamos generando capacidades en esa alteridad para tener posibilidad de construir democracia, que es una conversación civilizada.

- ¿Qué hace Europa en medio de la lucha entre EE.UU. y China?

El reglamento europeo de IA está intentando, en una lógica de realismo político, poner énfasis en ser capaces de desarrollar la inteligencia europea, que compita con ambas. Y es muy complicado, salvo que trabajáramos una dimensión humanista que no piense en términos de potencia de capacidad, sino de potencia cualitativa. El ser humano tiene que aportarle a la máquina la conciencia que no va a tener. Y esa conciencia implica no solo un código ético, sino un código moral. Y crear una alteridad artificial tiene un impacto sobre nosotros. Debemos pensar en qué plano poner a ese alguien. Estamos creando un titán, y está en juego que sea un hombre divinizado quien se ponga sobre sus hombros para ver más lejos o convertir al titán en un dios que gobierne a seres humanos enanos. - Justo Barranco  - lavanguardia.com

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