La rocambolesca historia de las monjas de los monasterios de Belorado (Burgos) y Orduña (Bizkaia) está adquiriendo otra dimensión a medida que se conocen más detalles sobre la historia y, especialmente, sobre sus protagonistas. Las clarisas quisieron mandar ayer un mensaje de tranquilidad, señalando que no se van de la Iglesia, aunque al mismo tiempo aparecieron junto a uno de los responsables de la Pía Unión de San Pablo Apóstol y dejaron un intrigante mensaje: “Os iremos mostrando lo que hemos ido descubriendo”.

Lo cierto es que la voluntad de abandonar la Iglesia de Roma para abrazar la doctrina de la Pía Unión de San Pablo Apóstol había sido manifestada por las propias monjas en el extenso manifiesto que difundieron hace unos días, de manera que esa matización aludiendo a que no abandonan la Iglesia puede tener que ver con que para la Pía Unión la que denominan Iglesia “conciliar” no representa a esta institución, que, según denuncian, no ha tenido un papa legítimo desde Pío XII.

No en vano, en las últimas horas sí se ha confirmado el alineamiento de estas monjas con la Pía Unión de San Pablo Apóstol, que “presta obediencia” a Pablo de Rojas Sánchez-Franco, excéntrico religioso de 42 años excomulgado hace cinco años por Mario Iceta, actual arzobispo de Burgos. Ayer acompañaba a las clarisas, ejerciendo de portavoz, José Ceacero, mano derecha del falso obispo De Rojas y conocido en la noche bilbaína por haber sido, antes de ataviarse el alzacuellos, un reputado barman y coctelero.

En las últimas horas, asimismo, se ha podido confirmar que detrás de esta cuestión hay sobre todo una comunión de intereses en la que han coincidido, de un lado, un grupo de monjas enfadadas con el arzobispado por el bloqueo de una operación inmobiliaria para comprar el monasterio de Orduña, vendiendo antes otro inmueble, y, de otro, un reducido grupo de personas situadas en torno a Pablo de Rojas, “tres veces grande de España” que vive a todo trapo en Bilbao, y decididas a hacer proselitismo de su causa.

Una cuestión no se entiende sin la otra, aunque el padre de una de las monjas, Julio Mateo, señaló que “las diferencias teológicas” tienen mucho peso en el entuerto. En este punto, hay que tener en cuenta a otra de las protagonistas de esta historia: la abadesa sor Isabel, que ejercería una gran influencia sobre el resto. Desde la Pía Unión subrayan su distanciamiento con respecto a la Iglesia de Roma a nivel teológico, aunque la versión de la Iglesia difiere. “Sor Isabel quiere perpetuarse en el poder porque su mandato cumple 12 años y no puede estar más”, señalan desde la diócesis de Vitoria.

Desde la Iglesia, además, le acusan de “haber engañado” al resto de las religiosas para organizar este cisma y le achacan que su rebelión esté sirviendo para hacer propaganda de lo que consideran “una secta”. De momento, solo una de las monjas ha abandonado la rebelión. La duda es hasta dónde llegarán el resto en su pulso a la Iglesia y si la institución podría llegar a excomulgarlas en caso de que continúen la línea marcada por el falso obispo y sus acólitos. Las monjas clarisas de Belorado (Burgos) que han anunciado su intención de abandonar la Iglesia católica se enfrentan a la excomunión y, de mantener su postura, tendrán que irse del monasterio en el que viven. Así lo ha explicado a EFE el profesor de la Facultad de Derecho Canónico en la Universidad Pontificia Comillas Miguel Campos, que es también director del curso “Especialista en Administración de bienes eclesiásticos”.

Campos se muestra categórico con el escenario que se abre si las religiosas mantienen la actitud expresada en el comunicado firmado por la abadesa el pasado 15 de mayo, en el que reniegan del papa Francisco y anuncian su intención de abandonar la Iglesia católica.

“Si se van de la Iglesia católica, se tendrán que ir de ese monasterio que pertenece a la Iglesia católica. Es duro decirlo, pero es así. Y además serían excomulgadas”, señala. Así, si cada una de las religiosas que permanecen en el monasterio deciden dar ese paso hipotético de salirse de la Iglesia y además unirse a un falso obispo excomulgado que reniega del papa, estarían incurriendo en la pena canónica de excomunión y serían expulsadas del monasterio. Si esto ocurre, la Iglesia nombraría un comisario o una comisaria pontificia para hacerse cargo de la titularidad de ese monasterio.