La vejez, a fin de cuentas, si se llega a ella, es lo más real de la existencia humana, por mucho que los jóvenes la ignoren por lejana y los viejos la silencien por su proximidad con la muerte. Oscar Wilde la definió con su genio habitual: “La desgracia de la vejez es que uno todavía es joven”. No creo que la edad de Biden tuviera demasiado que ver con la imagen de derrota que finalmente ofreció. Biden tenía días mejores o peores, como todo el mundo, pero más allá de algún desliz ocasional en su retórica o su afán por sentarse en sillas que solo él podía ver, no se puede decir que su presidencia fuera especialmente incompetente. Porque Biden era viejo, pero sus años en el gobierno –si excluimos la vergonzosa huida de Afganistán con que empezó su mandato– no dieron una impresión decrépita de Estados Unidos. A Trump i Biden les separan solo tres años, pero en realidad, Trump es mucho más viejo políticamente que Biden. Además, ahora se le han girado las tornas, el candidato viejo és él, que por cierto también se confunde a menudo, y encima no sabe reír con la franqueza de Kamala Harris. Ya se verá, pero el efecto Kamala Harris, puede sorprender a más de uno. Como ella misma ha dicho: Como Fiscal, conozco a la gente de la calaña de Trump. De momento, en un solo día ha recaudado 80 millones para su candidatura. Hay partido.