POR LA CLARIDAD EN LA PRENSA


Solo a un dirigente osado como Pedro Sánchez se le puede ocurrir abrir un melón tan complicado como es el de la transparencia en los medios, para que la ciudadanía conozca tanto la financiación pública que reciben como la identidad de los accionistas que forman parte de su propiedad. Es cierto que el origen formal es la petición de la Comisión Europea para que los gobiernos de la UE adopten medidas para proteger la libertad y pluralidad de los medios ante el riesgo de la desinformación. Al hacer la trasposición de esta ley, Sánchez ha visto la oportunidad perfecta para poner coto a lo que él considera “pseudomedios”, que actúan bajo criterios no periodísticos. A los que hacemos La Vanguardia, escribe Jordi Juan, este ejercicio de transparencia nos parece oportuno y necesario, ya que estamos compitiendo en el mercado con algunas marcas digitales que se llevan parte del pastel publicitario y son financiadas con intereses que no tienen nada que ver con el periodismo. Que se sepa cómo las diversas administraciones del Estado distribuyen su publicidad institucional o sus subvenciones y conocer el nombre de los empresarios que están detrás de todos los medios es un ejercicio de claridad que no debería molestar a nadie. No compartimos, eso sí, la opinión del Gobierno de que estos “pseudomedios” son todos de la ultraderecha, ya que podríamos encontrar actuaciones discutibles en cabeceras de orientación ideológica de izquierdas. 
El problema político para Sánchez es que este proyecto de regeneración coincide con la publicación de noticias que afectan a su esposa, Begoña Gómez, y la oposición se cebó ayer especialmente en este tema. La persecución mediática, aliada con decisiones judiciales cuestionables, que puede sentir el entorno presidencial por el caso Begoña lo han sufrido con anterioridad otros muchos políticos de la izquierda y del independentismo. No es nada fácil hallar un equilibrio entre la libertad de informar y la divulgación de bulos, ni cómo legislar sobre ello. Por eso, la claridad en los medios es un primer punto de partida. Nadie debería estar en contra de este ejercicio de transparencia.
Los tiempos han cambiado. En primer lugar, una parte del público está muy mal informada porque té presses, la veritat li importa un rave, i no sassabenta que en aquesta vida nigù dona res per res. ¿Información gratuita? Hago cua per depositor les escombraries al contenitor y disfruto con las simples que amenitzaran l'espera. Ni enfermedades ni bulerías. Res no fot més als periodistas que la manipulación que perpetren supats colegas i pseudomitjans. Pero, ¿que poterce no hi ha innumerables delitos tipificados por el Código Penal per a qui menteix o difama?.
Las redes y los pseudomedios son un peligro para el sistema democrático, sí, pero también lo son las voces de la prensa. Vale más un bulo que leyes de doble corte que permiten a quien manda discriminar a diestra y siniestra.

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