FURTIVA ROMA

En Roma, la semana pasada, como en todas partes, se produjeron diversos robos. En Via Prenestina, en un barrio popular, unos encapuchados destrozaron de noche el escaparate de un restaurante cuando los propietarios estaban lavando platos y haciendo el recuento del día. Utilizaron un Fiat Panda de ariete, robaron y huyeron a pie. Todavía los buscan. En el barrio de la Balduina, en una vertiente de Monte Mario, un ladrón, atrapado in fraganti, quedó malherido tras lanzarse desde un balcón del segundo piso. Se recupera en un hospital, vigilado por los carabineros. Más suerte tuvo su cómplice, quien, poseedor de cierta habilidad gimnástica, pegó el mismo salto, aunque con buen estilo, y consiguió escapar. El botín más elevado lo consiguieron unos cacos que entraron de noche en un palacete de Via Courmayeur. Forzada la persiana, saquearon la casa mientras los propietarios, una pareja de jubilados, dormían. Al despertar, todas las habitaciones estaban revueltas; y la caja fuerte, abierta y vacía. Los ladrones se llevaron joyas, oro y efectivo. Un millón de euros en total. Los dueños lamentan en especial los recuerdos familiares. Olvidando su objetivo, el ladrón agarró el sofá y se puso a leer Exitosos o fracasados, todos esos robos tienen su mérito. Aunque ninguno tan curiosamente arriesgado como el que tuvo lugar en el barrio de Prati, cerca de la sede del Tribunal Supremo. Un joven entró en un piso de Via Carlo Mirabello con el propósito de robar. Pero, atraído por los libros de la biblioteca, empezó a hojearlos. Abrió un volumen titulado Los dioses a las seis. La Ilíada a la hora del aperitivo , escrito por Giovanni Nucci, estudioso de los mitos griegos. Olvidando su objetivo, el tipo, tumbándose en el sofá, se puso a leer. Mientras tanto, el dueño de la casa, un jubilado, al oír rumor en su biblioteca, llamó al 112. Los policías entraron, y el joven, ágil, saltó por la ventana, pero lo atraparon enseguida por las calles. Si el juez que le ha tocado en suerte es aficionado a la lectura, puede que sea benévolo. De momento, el joven ladrón ya ha aprendido lo que me decía la abuela en aquellos largos veranos de mi adolescencia, pasados en compañía de Tolstói, Stendhal y Folch i Torres: “¡Leer te hará perder el escribir!”. Furtiva Roma - Antoni Puigverd - lavanguardia
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