La renuncia de Joe Biden a la presidencia de los Estados Unidos por razones de edad, ha puesto otra vez en evidencia y de actualidad, si es que algún día dejó de estarlo, el tema de la vejez, la enfermedad, la pérdida de lucidez, el olvido y, en definitiva, el paso del tiempo. Lo que ahora se llama edadismo.

La sociedad occidental tiene una difícil relación con la ancianidad.   De ahí, por el miedo a afrontar el ocaso y por esconder la muerte, los eufemismos que, como siempre que se uti­lizan, no son más que esquirlas del miedo, de la superstición, de obviar decir las cosas por su nombre, no vaya a ser que… “La tercera edad”. “Adulto mayor”. “Persona de edad avanzada”. “La edad dorada”. “Madurez tardía”. “Antiguo”. “Edad crepuscular”… Y todo por no decir o escribir: viejo/vieja, así sin más. Además, es cierto que la publicidad y el marketing han puesto también su aquel en propio beneficio; la gente mayor, como la juventud, son un botín apetitoso para el mercado.

¿A qué edad una persona se considera vieja? ¿En qué signos nos basamos para decidir la madurez tardía? Depende. Kareishu es una palabra japonesa cuya definición nos puede poner a pensar: “El olor de la gente mayor” lo dicen con todo el respeto. Una forma de estar a bien con el mundo de los ancianos, a los que atribuyen un aroma corporal más suave que los jóvenes, o en todo caso diferente, como sucede con los niños..

Quién no recuerda el ambiente cargado de años y memoria de la casa de los abuelos? O los besos de los ancianos que dejan un rastro dulzón y denso, a cariño y a ternura, en las mejillas de los nietos. Y entre sus manos, como troncos de geranio, toda nuestra historia emocional y olfativa. Envejecer es como escalar una montaña: cuesta, pero una vez arriba la mirada es más serena y la vista, más amplia. Y el criterio, más agudo. Y los colores, más puros. El olor corporal, lo dicen los que saben, varía con la edad y cada individuo carga con su firma química. El olor de los mayores, y de sus cosas, siempre me ha parecido que tenía algo que ver con las  hierbas aromáticas del campo. Tomillo, romero, hierbabuena… No sé, en todo caso pueden ser solo cosas mías. No sé a qué hago olor, y no sé si ya soy viejo, mayor, no me siento viejo, aún, cierto es que en la larga subida hacia la montaña de la vida, cada vez se ve más cerca la cima, veremos....todo llegará.