Los catedráticos Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío han escrito un libro necesario, Fuego cruzado, sobre lo sucedido en España durante la primavera de 1936, desde el 16 de febrero (victoria electoral del Frente Popular) hasta el 17 de julio (inicio de la Guerra Civil). Alfredo Muñiz, redactor jefe de El Heraldo, próximo a Izquierda Republicana, escribió la tarde del 19 de febrero, al ver los miles de simpatizantes del Frente Popular que se echaron a la calle tras recibir Azaña el encargo de formar gobierno: “Aquella noche España vivió el primer sueño de su triunfo izquierdista. La revolución acababa de ganar la primera batalla”.

Pero cinco meses después, todo había cambiado. Según Muñiz: “Madrid sufre una espantosa crisis nerviosa” (…) sumido en un “colapso expectativo”, en el que todos se preguntan “qué va a ocurrir”. ¿Qué había sucedido?

Para la derecha, la causa fue la incapacidad de los gobiernos republicanos para preservar la seguridad y la vida de los ciudadanos ante una situación de permanente caos, anarquía y violencia. Para la izquierda, en una interpretación tan maniquea como la de la derecha, lo determinante fue la lucha contra el fascismo, en la que una izquierda obrera heroica se sacrificó por la democracia burguesa, aunque solo la veía como una etapa en el camino hacia la verdadera democracia obrera. Y la versión que se ha consolidado es la de una conflictividad, fruto de una estrategia de tensión alentada por la derecha para desestabilizar el gobierno del Frente Popular y justificar un golpe militar.

“Ante esta simplificación e incluso maquillaje”, los autores de Fuego cruzado han optado por el estudio exhaustivo y riguroso de fuentes primarias coetáneas. Lo que se concreta en un apéndice – Los números de violencia – en el que se inventarían 977 episodios de violencia durante aquella primavera, con 1.659 heridos y 484 muertos.

La derecha aprovechó la violencia y desorden que el gobierno no acertó a controlar

Su primera conclusión es que se distorsiona la realidad al afirmar que la democracia republicana era un sistema consolidado, sin más problemas que un grupo de enemigos del régimen, conspirando para destruirla y revertir las reformas. Pero, por el contrario, lo que resulta de las fuentes examinadas es que, en la primavera de 1936, aún había muchos riesgos que amenazaban la consolidación de la democracia republicana, empezando porque la alternancia en el poder en febrero de 1936 estuvo trufada de desórdenes, una masiva ocupación irregular del poder local por la izquierda y un claro desbordamiento de la autoridad en muchas zonas del país. Dicho lo cual, la pregunta es: ¿quiénes fueron los responsables?

Para el gobierno, la prensa socialista y comunista, la responsabilidad era solo de los fascistas y, concretamente, de los falangistas. Además, el gobierno negó o disculpó la responsabilidad de la izquierda obrera (socialistas y comunistas) en el desencadenamiento de la violencia, aun sabiendo que era un hecho cierto. De este modo, el gobierno debilitó la autoridad de sus propios gobernadores civiles cuando más necesario era afirmarla, dado el comportamiento de muchos dirigentes locales de la izquierda obrera y las arbitrariedades y abusos de no pocos alcaldes. La razón de este proceder fue que el sector mayoritario del socialismo se desplazó hacia un espacio radical y cercano a los comunistas, justo cuando era más necesario que se corresponsabilizara de la gestión de la victoria en las urnas y que condenara la violencia viniera de donde viniera.

En suma, los gobiernos de la primavera de 1936 se emplearon a fondo contra los falangistas, mientras permitieron que algunos gobernadores dejaran hacer a los alcaldes del Frente Popular cuando estos detenían a los dirigentes locales de la derecha.

La derecha aprovechó el contexto de la primavera de 1936 para apoyar sus planes golpistas, para lo que le vino de perlas la existencia de una violencia y un desorden que el gobierno no acertó a controlar. La derecha no tuvo que inventarlo porque existió, como lo prueba esta investigación. Moraleja: Cuando un partido axial abandona la centralidad, la democracia entra en zona de riesgo. - La primavera de 1936, Juan-José López Burniol en la vanguardia.com