El municipio de Rocafort se encuentra a muy pocos kilómetros del epicentro de la DANA. Curiosamente, desde allí, en plena Guerra Civil, el poeta Antonio Machado envió una carta al novelista David Vigodski. “En España lo mejor es el pueblo”, decía, mientras le explicaba la gesta heroica de la defensa de Madrid. En esa correspondencia parece estar el verdadero origen de la frase que se ha popularizado en las últimas semanas, aunque antes también se la habíamos escuchado a varios líderes latinoamericanos. “Solo el pueblo salva al pueblo”. Esta consigna logró sintetizar la deficiente y tardía respuesta de los gobiernos central y autonómico, y, en su lugar, la conmovedora reacción ciudadana, que se materializó en montañas de donaciones materiales, puentes abarrotados de voluntarios y voluntarias y otras tantas expresiones de solidaridad fraterna. Era precisamente eso: el pueblo salvando al pueblo.

Sin embargo, pronto la frase fue adquiriendo otro cariz. Y ya no era tanto una orgullosa descripción de la generosidad de miles de valencianos y valencianas, sino una expresión de rabia ante la inacción del Estado. El acento se ponía más bien en el adverbio inicial: “Solo el pueblo salva al pueblo”. Así, se sumaba al repertorio de lemas surgidos en el seno de protestas antisistema, como el “No nos representan” del 15-M, el “Que se vayan todos” de la crisis argentina del 2001, el “We are the 99%” del Occupy Wall Street y el más reciente “No son 30 pesos, son 30 años” del estallido chileno.

Las palabras no tienen dueño. Y poco importa que muchos de los que hoy repiten “solo el pueblo salva al pueblo” no se identifiquen con Machado o incluso estén más cerca de aquellos de los que el poeta quería salvarse. La frase, hoy, se ha convertido en un grito de antipolítica, en una manifestación de hartazgo y rabia contra nuestros representantes, en una crítica al Estado de bienestar, al pago de impuestos y al orden establecido.

Este tipo de expresiones, aunque puedan representar legítimamente el sentir de una sociedad abandonada ante la tragedia, también pueden derivar en visiones maniqueas y limitadas. Y esto es un problema porque “los conflictos se vuelven irresolubles cuando caen en manos de quienes los definen de manera tosca y simplificada”, como alguna vez escribió Daniel Innerarity.

Rocafort está lejos de Nueva York. Muy lejos, de hecho. Allí, en una ciudad de larga tradición demócrata, el profundo descontento con la inflación hizo que Donald Trump obtuviera casi 200.000 votos más que en el 2020. Durante la campaña, su discurso, con ciertos tintes catastrofistas, buscó permanentemente azuzar el pesimismo que sentía buena parte de la sociedad y mostrarse como el único capaz de resolver los problemas del país. Ni “solo el pueblo salva al pueblo” ni tampoco “solo el líder salva al pueblo”. - Antonio Gutierrez Rubí, la vanguardia.com