Decíamos la semana pasada que la devastadora DANA de Valencia ha dejado lecciones y tareas que debemos abordar de inmediato para evitar la repetición de la tragedia. La principal lección que apuntábamos era el análisis urgente de las cuencas hidrográficas y todo lo que se ha construido alrededor. La buena noticia es que, precisamente, el Govern anunció ese mismo día la revisión de todas las zonas inundables de Catalunya y de todas las actividades que pueden verse afectadas, tanto empresariales como domiciliarias. La tarea será ardua porque son muchas las áreas inundables debido a que la costa catalana está repleta de rieras rodeadas de viviendas, polígonos industriales, carreteras o vías de tren. Estas construcciones se levantaron con cálculos de previsión de inundaciones basados en los temporales más fuertes de los últimos 500 años. Pero esta medición ha quedado superada. Sirva de ejemplo lo sucedido en la tristemente famosa rambla del Poio cuya riada arrasó las poblaciones afectadas por la DANA valenciana. No había ninguna infraestructura preparada para resistir una tromba de agua el triple de potente que la mayor registrada en 500 años En ese lugar, todo se construyó sobre una estimación de riada máxima de 1.400 m3 por segundo, la más alta en cinco siglos. Pero la tromba de agua del día 29 triplicó esa cifra y alcanzó los 4.000 m3 por segundo, según explicó el Secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán. Por tanto, nada estaba preparado para resistir una riada de esa dimensión. Los ingenieros se remueven en las sillas de sus despachos porque reconocen que este ejemplo es extrapolable a cualquier lugar y el desastre está asegurado si se repite un episodio tan extremo.
Además, el anuncio del Govern de revisar todo lo que hay construido en zonas inundables ha inquietado a Ayuntamientos y a particulares con intereses económicos en estas áreas potencialmente peligrosas. No solo estamos hablando de empresas, sino de hospitales o equipamientos tan estratégicos como el aeropuerto de Barcelona. Pero, lamentablemente, no hay otra opción que analizar la nueva situación que ha traído el cambio climático.
El problema surge a la hora de ver cómo se resuelve este desafío, perjudicando lo mínimo posible a los numerosos intereses privados y públicos que están afectados. ¿Habrá que derruir los edificios ubicados en los lugares de riesgo y trasladarlos a zonas más seguras? Esta pregunta flota en el ambiente y el Govern es consciente de la multimillonaria inversión que supondría esta opción. Por esta razón, es lógico que se empiece a valorar lo más peligroso y menos costoso, mientras se mira de reojo al cielo, esperando que tarde mucho en volver una DANA tan violenta.
Es evidente que la protección o traslado de edificios e infraestructuras sería lenta e incluso en algunos casos, inviable. Pero, mientras tanto, se puede proponer algo más rápido para proteger a las personas que ocupan o transitan por las zonas inundables porque el aviso a los móviles es insuficiente para esas áreas más críticas. Estamos hablando de plantear la evacuación de la población de lugares claramente inundables o impedir el acceso para evitar daños personales. Esto no es nuevo. Estamos acostumbrados a ver evacuaciones en países como Estados Unidos, ante la llegada de los cada vez más potentes huracanes. Está claro que una operación de evacuación necesita de una preparación técnica y de efectivos que hoy no tenemos y de una educación ciudadana para que la salida no cause más daño que el que caiga del cielo. Pero si no podemos trasladar edificios porque es caro, habrá que aprender a poner a salvo a las personas.
En este sentido, el Govern también ha anunciado la revisión de los anticuados protocolos de Protección Civil. Veremos.Foto:Xavi Jurio, la vanguardia.com
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