Escribir en el blog tiene ventajas y riesgos. Una ventaja es que, pasado el tiempo, puedes decir que algo que está sucediendo ahora ya lo anticipaste con antelación. Así me sucede a mí por lo que hace a los partidos de la nueva política, que surgieron en España después de la justa eclosión de los indignados, pues he sostenido desde el principio que todos sus líderes, y en concreto los de Podemos, no fueron los creadores de este movimiento, sino que se limitaron a ser unos surfistas que se encaramaron a la cresta de una ola que ellos no habían generado, sino que la aprovecharon al verla venir, para que les llevara a las soleadas playas del poder. Y entonces, impulsados sus jóvenes y osados líderes por la fuerza de la ola provocada por los indignados, dieron a este movimiento un sesgo populista radical con regusto tropical, con el que lograron un éxito sonado, hasta el punto de que al PSOE le entró el tembleque.  Podemos ha sido, desde el principio, la crítica frontal de la transición. “Somos la alternativa a un régimen que se derrumba, un régimen de oligarcas, el régimen del 78”, clamó Iglesias en su primer discurso como secretario general de Podemos. 
Pero han pasado diez años y el “régimen del 78” sigue ahí, magullado, traicionado y escarnecido, pero vigente, aguantando abusos y traiciones, pero sin que tenga otra alternativa que el caos. Y, mientras tanto, de Podemos solo queda una vaga sombra de lo que fue: la sombra que precede al ocaso definitivo. La protesta de los indignados, justificada y seria, merece respeto. Podemos, en cambio, fue un espejismo. Si me refiero al desvanecimiento de Podemos,m lo hago porque sí cabe extraer del mismo una enseñanza: que no hay que dejarse engañar por las apariencias, pues muchas veces parece que nos anuncian desenlaces tremendos, cuando no son, en realidad, más que el fruto de una aprensión engañosa. Las apariencias no engañan, o no deberían engañarnos, son apariencias. Pero no es ni será así,  porque los hechos son tozudos, y, por tanto, las instituciones también lo son, al igual que el Estado profundo. Y no hay que olvidar, además, a la inercia como una de las fuerzas determinantes de la historia. De todo lo cual se deduce que pasarán los arribistas, pasarán los revolucionarios inflamados, pasarán los padres de una patria idolatrada, pasarán los constructores de un nuevo orden ideal, pero la vida seguirá a su ritmo de siempre. Las nuevas políticas se suelen saldar con sonados fracasos, sobre todo por su falta de capacidad de consolidarse en una estructura de partido, y el de Podemos estaba anunciado hacía tiempo, casi desde el momento de su fundación


Eso escribía hace
diez años sobre Podemos:  
No son de este mundo, y, sino al tiempo, Podemos se irá diluyendo como lágrimas perfumadas de ginebra, mientras el Pp y hasta el PSoE, !Sí!, El PSoE, persistiran en el tiempo..., como lo que son, moscas cojoneras.