¿Qué es un cisne verde? El término no deja de ser una variante de otra expresión mucho más conocida, la del cisne negro, acuñada por Nassim Taleb y de la que ha escrito estos días Enric Juliana. El matiz está en el cambio climático. Un cisne negro como es sabido consiste en un acontecimiento imprevisto de enorme repercusión socioeconómica cuyas causas, vistas en retrospectiva, parecen predecibles. Si la pandemia (ejemplo paradigmático) y el 11-S fueron cisnes negros, podríamos decir que el siglo XXI, con permiso de la Gran Recesión, avanza a lomos de esta ave. El cisne verde añade sin embargo un matiz a la especie: aquí la causa se encuentra en la alteración del clima y los estragos causados son de carácter económico.
La expresión cisne verde la acuñó a comienzos de esta década el Bank for International Settlements (BIS), esto es, el Banco de Pagos Internacionales, formado por los mayores bancos centrales del mundo, con sede en Basilea. En un extenso documento, firmado por Patrick Bolton, Morgan Despres, Luiz Pereira da Silva, Frédéric Samama y Romain Svartzma, se habla precisamente de esta nueva criatura del bestiario financiero. Un green swan, aseguran los autores, es “un evento disruptivo potencialmente extremo causado por el cambio climático capaz de provocar una crisis financiera”. Para andar por casa, aclaran, consiste en un “cisne negro climático”. Y para rizar el rizo, añaden que el cisne puede ser “gris” cuando se han tomado medidas preventivas y el daño queda mitigado.
De forma inesperada, como los propios cisnes, ese mismo año surgió una acepción contraria. Un autor dedicado a la sostenibilidad, John Elkington, publicó su libro Green Swans: The Coming Boom In Regenerative Capitalism, en el que proponía una definición bien distinta a la planteada desde Basilea. Para él, un cisne verde es algo muy diferente, una solución u oportunidad capaz de contrarrestar los efectos negativos del capitalismo. Lo cierto es que la primera acepción, la de los banqueros centrales, parece imponerse. La Fundéu ya indica en uno de sus artículo que el cisne verde alude a que “la crisis climática puede conducir a una crisis económica”.
Mañana sábado la presidenta del BCE, Christine Lagarde, participará en la Green Swan Conference 2024, sí, en la conferencia anual sobre cisnes verdes, para hablar de “los riesgos climáticos, adaptación y mitigación”. Por cierto, el gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá, y el consejero delegado de Repsol, Josu Jom Imaz, también intervendrán.
La trágica DANA de Valencia evoca por desgracia el vuelo de los cisnes verdes. Ahora parecen evidentes los riesgos en áreas inundables cercanas a la Albufera y en torno a los cauces de la rambla del Poyo y del río Turia, pero hasta hace unos días no había voces que lo advirtiesen. La gota fría siempre ha estado ahí, si bien el cambio climático exacerba el fenómeno al elevar la temperatura del agua en el Mediterráneo y, con ello, la virulencia de las lluvias.
La duda es en qué medida una DANA de esta magnitud, cernida sobre 68 municipios en los que viven 845.371 personas, afectará a la economía regional y nacional. La tragedia ha llegado en el mejor momento (macro)económico de España en lo que va de siglo --el anterior, previo a la Gran Recesión, estaba plagado de trampas y desequilibrios--. La actividad del país, al menos hasta hace unos días, sorprendía para bien, hasta el punto de que la economía estaba llamada a batir este año a la de Estados Unidos en término de crecimiento. ¿Seguirá siendo así?
Un rápido repaso a las cifras difundidas hasta ahora acerca de los daños, los efectos sobre el PIB y la incidencia empresarial, que es en este último caso a lo que se dedica esta newsletter:
Daños. La Generalitat valenciana ha pedido 31.402 millones de euros en ayudas y el Gobierno ya ha aprobado un paquete de 10.600 millones, informan Jaume Masdeu y Fernando H. Valls. Para hacerse una idea de lo abultado de estas cifras, vayan algunos puntos de comparación: los presupuestos anuales de la Generalitat valencia son de 31.521 millones, el gasto anual de la sanidad en España es de 92.072 millones, el AVE Madrid-Barcelona costó 8.966 millones de euros y las Olimpiadas de Barcelona ascendieron a 18.670 millones.
PIB. Algunas estimaciones, como las recogidas aquí por Eduardo Magallón, ya apuntan a que la DANA tendrá un coste equivalente a dos décimas del PIB de España este trimestre, según los cálculos del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas. La propia Comisión Europea, informa Anna Buj, ya se ha mostrado dispuesta a flexibilizar las reglas fiscales para abordar el milmillonario esfuerzo. El Banco de España cifra en 20.000 millones la exposición del sector financiero, informa Noemi Navas.
Empresas. La Cámara de Valencia calcula que la DANA ha resultado devastadora para 48.700 empresas en las que trabajan 264.000 personas, cuenta aquí Salvador Enguix. El comercio, el transporte y la hostelería conforman el grupo de negocios más afectados. Por cierto, más de 120.000 vehículos han resultado afectados. No hay estadio de fútbol en España con tantas localidades.
Estos elementos apuntan a que, al menos con carácter regional --valenciano y puede que español-- esta DANA tiene algo de cisne verde. A la espera de conocer sus efectos sobre el turismo y otras actividades sensibles como la alimentación, los servicios o la logística, supone además un aviso para las empresas, que deben prepararse para este tipo de catástrofes. lavanguardia.com
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