Netflix ha estrenado estas fiestas la segunda parte de la serie de más éxito de la plataforma, El juego del calamar. Su emisión hace tres años resultó una sorpresa sin precedentes, así que su segunda temporada ha sido recibida con entusiasmo planetario.
En Los Ángeles, 1.600 personas participaron en una carrera de cinco kilómetros para ganar la entrada a un estreno anticipado de la serie. En París, Netflix cerró los Campos Elíseos para que mil participantes pudieran poner su temple en uno de las clásicas pruebas del juego del calamar ante más de 20.000 espectadores. Y en Seúl, la plaza de Dongdaemun se transformó en una sala de fiestas multitudinaria para recibir la nueva temporada.
Si en el 2021 sorprendió que se dispararan las ventas de las zapatillas Vans de los concursantes, esta vez Puma está produciendo su versión de los chándals de la serie. El juego del calamar generó ganancias de 900 millones de dólares a Netflix.
La historia que cuenta la serie es simple: 400 personas endeudadas y desesperadas participan de un juego secreto en el que uno ganará 38 millones en premios; el resto morirá. Todas las rondas son versiones de juegos infantiles. La premisa del programa es una crítica de la sociedad capitalista, obsesionada en competir. En unos momentos en que debería preocupar buscar salidas colectivas para conseguir una sociedad más justa, equilibrada y solidaria, la gente busca soluciones individuales, lo que está condenado al fracaso. Lo terrible es que en la serie los ricos disfrutan del espectáculo e incluso apuestan sobre quién ganará, como si se tratara de una carrera de caballos.
La distopía de la serie cada vez lo es menos. El 2025 nos traerá un mundo donde gobernarán personajes despreocupados del bien común, que estimulan el individualismo y que consideran la socialdemocracia como un robo. Y la gente les vota, pensando que la suerte les favorecerá como a Seon Gi-hun en la serie. Y aun, un dato relevante: la presión de los adolescentes coreanos para ser los mejores en el día del Suneung, el examen de acceso a la universidad, ha conseguido que Corea del Sur sea el país desarrollado con más muertes por suicidio. Los calamares, mejor a la romana que como ejemplo de nada. lavanguardia.com