El marroquí Abderrazak Mounib y el sioux Leonard Peltier (en la foto, de padre anishinabe y de madre lakota o sioux) tienen en común una condena injusta. Abderrazak Mounib, el preso de la celda 127 de la cárcel barcelonesa de Brians, murió entre rejas, de un infarto, el 30 de abril del 2000. Hollywood nunca se interesará por él. Y es muy probable que sí por Leonard Peltier, el preso político más antiguo de América, según Amnistía Internacional.
De hecho, de este símbolo de la lucha por los derechos de los nativos americanos ya se han hecho documentales y películas, como Incidente en Oglala, producida por Robert Redford y dirigida por Michael Apted, el mismo de Gorilas en la niebla, aunque con una casi inexistente carrera comercial. Leonard Peltier, el Mandela sioux, está en prisión desde 1976. Tenía 31 años cuando entró en la cárcel. Hoy tiene 80 y es bisabuelo.
En sus últimos minutos como presidente de Estados Unidos, Joe Biden conmutó la doble cadena perpetua que pesaba sobre él por un arresto domiciliario para que pueda pasar sus últimos días junto a su familia. Está muy enfermo. Tiene graves problemas de corazón, una hipertensión desbocada y diabetes (un problema endémico entre los nativos americanos, que toleran peor el azúcar y los alimentos procesados).
El FBI montó en cólera por el encierro atenuado, una gracia presidencial que no llega ni a indulto, como subrayó nuestro corresponsal en Estados Unidos, Francesc Peirón, uno de los primeros periodistas en explicar en profundidad el cambio de guion en este larguísimo cautiverio. Para el Federal Bureau of Investigation, no cabe duda de que Peltier es el responsable de las muertes de los agentes Jack Coler y Ronald Williams.
Los dos detectives murieron a balazos en un confuso tiroteo en la reserva de Pine Ridge (la de Nube Roja, en Dakota del Sur). Numerosas personalidades y organizaciones de defensa de los derechos humanos han denunciado durante el prácticamente medio siglo de Leonard Peltier en prisión que el juicio no fue justo y que el FBI manipuló pruebas. Eso podría explicar la inquina de la agencia federal contra el acusado.
El presidente Biden pasó de puntillas sobre esta cuestión y dijo que creía en el Estado de derecho para no levantar más ampollas entre quienes criticaban su decisión, con los que quiso limar asperezas. “Soy optimista sobre la fortaleza de nuestras instituciones legales”, dijo, a la vez que apelaba a “circunstancias excepcionales” para actuar como actuó. ¿Qué circunstancias? Quizá el alud de dudas sobre este caso.
Sobre la culpabilidad de Abderrazak Mounib y Ahmed Toummouhi también había muchas dudas. Tantas, que la fiscalía y la Guardia Civil, la institución que les acusó y la que les detuvo, avalaron sin éxito el indulto. Mounib murió entre rejas, de un infarto, clamando por su inocencia. Su compañero continuó preso durante quince años, hasta que cumplió las tres partes de la condena y no hubo más remedio que soltarlo. Años después, el Supremo anuló una de las condenas de Toummouhi y reconoció el error. Todo se explica en un libro que debería ser de lectura obligatoria en las facultades de Periodismo, Justicia poética: dos falsos culpables en un país de quijotes (Península), de Braulio García Jaén. Es improbable que Hollywood se interese por estos dos desgraciados (aunque una productora española estudia dedicarles un documental).
El cine, sin embargo, ya se ha ocupado de Leonard Peltier. No solo con la película ya citada, sino con otras, como Warrior: the life of Leonard Peltier. Además, durante el festival de cine independiente Sundance, que comenzó el 23 de enero y acabará el 2 de febrero, también se exhibirá el último documental realizado sobre este caso, Free Leonard Peltier. Otros cineastas se han ocupado de lo que pasó aquel día en Pine Ridge.
Oliver Stone (Platoon, Wall Street, Nacido el 4 de julio) grabó una entrevista con un encapuchado que confesaba la autoría material de las muertes. El mayor error de Peltier fue huir a Canadá cuando sabía que lo buscaban. Había estado en la reserva y militaba en Movimiento Indio Americano (AIM, en sus siglas en inglés). Dos correligionarios de esta organización fueron juzgados y exonerados por falta de pruebas.
Uno de aquellos absueltos era Bob Robideau, su primo, con sangre chippewa y ojibwa, que con el tiempo se afincó en Barcelona, donde falleció (su cuerpo reposa en el cementerio de El Papiol). Si Peltier hubiera sido juzgado junto a él y Darelle Butler, el otro inculpado, lo más probable es que hubiera salido tan bien librado como ellos, pero huyó por miedo. Y eso le dio tiempo al FBI para conseguir las pruebas de su culpabilidad.
El cronista mantuvo interminables conversaciones telefónicas con Abderrazak Mounib, a quien visitó en prisión y en el pabellón penitenciario del hospital de Terrassa. Se hicieron amigos. En una de aquellas charlas, el interno de la celda 127 de Brians explicó cuál era su idea de la felicidad: “Estar en el sofá de mi casa, abrazado a los míos; y en la mesa, una hamburguesa de ternera, con guisantes, patatas y un huevo duro”.
Es el preso de conciencia más antiguo de América (de toda América, no solo de la de Trump y de quienes confunden un continente con un país). Ha sufrido una operación de corazón, está ciego de un ojo y tiene un aneurisma aórtico que podría provocarle un sangrado en cualquier momento. No sabemos cuáles fueron sus primeras comidas caseras, pero sí a qué sabían. Nos lo dijo alguien que no las pudo disfrutar. A libertad. - Domingo Marchena en la vanguardia
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