“Contra el Paro, la Inflación y por la Rebaja de Alquileres”. Esa fue la proclama bajo la que la CNT convocó su jornada de lucha del Primero de Mayo de 1931 en Barcelona, cuyo acto central reunió a unas 150.000 personas, según las crónicas de la época. La Segunda República se había proclamado apenas dos semanas antes y el Gobierno provisional, presidido por Niceto Alcalá-Zamora, se afanaba por resolver el problema territorial que había generado la proclamación de la República Catalana por parte de Francesc Macià. Hasta el punto de que la implantación de un modelo educativo en catalán se antepuso a cualquier medida social.
La situación era especialmente tensa por la numerosa inmigración que había llegado a la capital catalana al calor de una industria que había crecido a un gran ritmo. En buena medida a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, cuando Barcelona ofreció suministros a Europa, a lo que se sumó la ingente construcción que había traído consigo la Exposición Universal de 1929. En dos décadas, Catalunya había recibido más de 700.000 emigrantes, en su mayor parte de Murcia, Andalucía y Valencia, lo que suponía más de un 32% de la población.
La vivienda, en ese contexto, era un problema fundamental que las promociones públicas y cooperativas auspiciadas por la ley de Casas Baratas de 1911, reformulada en 1920 para tratar de dar respuesta al aluvión, no habían conseguido resolver más que parcialmente. Y el barraquismo alcanzaba cotas desconocidas. Según los propios datos del consistorio barcelonés, en 1927 el número de barracas sobrepasa las 6.000, dando alojamiento a más de 30.000 personas. El desempleo agravaba la situación y hacía de la situación un cóctel explosivo, encendido por la mecha del conflicto social que levantó la proclamación de la República.
Así fue cómo, ante la inacción del nuevo Gobierno en un asunto perentorio, ya que los desahucios se seguían produciendo, la CNT convocó al impago mediante su Comité de Defensa Económica ese mismo verano. Fue una huelga de alquileres en toda regla -y totalmente ilegal- que tuvo un gran seguimiento. Aunque las cifras de los convocantes no pueden darse como válidas, los datos apuntan a que en julio de 1931 fueron 45.000 los inquilinos que dejaron de pagar sus alquileres, una cifra que aumentó hasta unos 100.000 en agosto, como recoge Manel Aisa en la obra La huelga de alquileres y el Comité de Defensa Económica (El Lokal), el estudio más completo sobre la materia.
La medida de presión, que se inició barrios populares como Can Tunis y la Barceloneta, se extendió a buena parte de la ciudad, con especial incidencia en el Clot, Sants y Poble Nou, así como a otros municipios metropolitanos, principalmente Santa Coloma de Gramenet y Badalona. La protesta se mantuvo entre julio y diciembre de aquel año y fue duramente reprimida: se cobró entre seis y siete muertos, según las fuentes, y unos 200 detenidos. Sus efectos fueron desiguales, aunque muchos caseros optaron por bajar las rentas, la propiedad pública fue laxa con los cobros y algunos inquilinos no volvieron a pagar en años. El legislador, aunque tarde, también acabó interviniendo en el mercado limitando los precios de los alquileres cuando los llamamientos al impago se habían extendido a otras capitales. Lo hicieron los gobiernos de José Giral y Largo Caballero ya iniciada la guerra y, en Catalunya, la propia Generalitat.
La huelga de alquiler no se entiende, como explica Aisa, sin el precedente directo de la Unión de Defensa de Inquilinos constituida también en Barcelona en 1919, cuando el lock-out de la patronal después del triunfo de la CNT en la huelga de la Canadiense dejó en una situación muy delicada a miles de trabajadores, incapaces de afrontar sus alquileres. Fue la primera movilización organizada de arrendatarios en la ciudad, como muestra el manifiesto pionero elaborado por este colectivo, que ofrecemos íntegro. Su ejemplo y sus reivindicaciones son las que tomó una década después el Comité de Defensa Económica.
El manifiesto: “Esta entidad nace bajo la poderosa y definitiva influencia del sentir general; es un producto del momento histórico; es la consecuencia natural de un cúmulo de causas, de todos conocidas, cuyas generatrices han sido la avaricia, el egoísmo, el abuso, el agio, la maldad en fin, en sus más repugnantes aspectos, cristalizada mil veces en los actos de ciertos dueños y procuradores de las llamadas casas habitables.
”En ella, pues, han de formar todos los ciudadanos amantes de la justicia social, de la equidad, del interés individual como parte del interés colectivo. Sólo se excluirán por sí mismos los egoístas, los sin sentimientos humanitarios, y que, por lo tanto, sean insensibles a los dictados de la causa de la razón, en nombre de la cual la Unión de Defensa de los Inquilinos invita a todos los ciudadanos a que intervengan en su acción para conseguir inmediatamente:
”1.º Que cesen los abusos de los propietarios procaces y desaprensivos.
”2.º Evitar los desahucios por aumentos de los alquileres.
”3.º Impedir que continúe el alza de los mismos.
”4.º Reducir los impuestos de inquilinato.
”5.º Conseguir el máximo de higiene en las viviendas.
”6.º Obligar a la edificación de los solares sitos en el casco de la urbe.
”7.º Obligar a los propietarios a la debida tributación en consonancia con los alquileres que perciban.
Debemos evitar los desahucios por aumentos de los alquileres e impedir que continúe el alza de los mismos. ”Estos extremos, como hemos dicho, han de solucionarse inmediatamente, pues como finalidad de la altruista obra de la Unión ha de llegarse a la consecución de normas de la mayor perfección en el Gobierno de nuestro país, en las que no resulten faltas de contenido las palabras equidad, justicia y derecho, como hoy ocurre. ”Para todo lo dicho se empieza ya una intensa y enérgica labor efectiva con el mitin que el domingo 23 a las 10 y media en punto de la mañana se celebrará en el Gran Teatro del Bosque, cuyos resultados serán más rápidos y más provechosos cuanto mayor sea el número de sus entusiastas adheridos.
”A todos interesa pues la resolución racional de los extremos expuestos, y a todos nos dirigimos por igual en demanda de su valioso conjunto. ”¡Viva la Unión de Inquilinos!”- Ramón Álvarez - la vanguardia.
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