COMUNICACIÓN NO VIOLENTA


La Comunicación No Violenta (CNV), fue desarrollada por Marshall Rosenberg, es un enfoque de comunicación diseñado para fomentar conexiones empáticas y resolver conflictos de forma pacífica y constructiva. Su principal objetivo es facilitar una comunicación honesta y efectiva, evitando juicios, críticas o agresiones verbales.

Las empresas promueven la comunicació no violenta ppara evitar conflictos, realizar evaluaciones de desempeño y mejorar la motivación. Son sólo palabras, fáciles de pronunciar, sencillas de malinterpretar. Y el conflicto laboral está servido. Los ejemplos son muchos. Los responsables del departamento comercial y de calidad se han enfrentado a causa de un cliente insatisfecho. No se hablan, pero se ponen la zancadilla todo lo que pueden, ocultándose información. Sus equipos se han dado cuenta y se han posicionado en dos bandos, lo que deriva en una desconfianza brutal y una gestión interdepartamental imposible que penaliza a la compañía. Un ingeniero joven da la orden. Claro y conciso. Sólo dice lo que hay que hacer, no el porqué ni el porqué, lo que a ojos de sus subordinados le convierte en una persona arrogante y sin empatía, de quien se apartan por sus nulas habilidades de comunicación y su incapacidad para involucrarles en la tarea. Un directivo bregado que, pese a sus años de experiencia, aún no ha logrado dar una reacción negativa a sus colaboradores sin resultar hiriente y el resultado es que ellos se resienten y su implicación se va al garete.

"El uso de la comunicación no violenta se está extendiendo a la empresa porque es una manera eficaz de crear relaciones de calidad, en la que existe un interés auténtico por las necesidades propias, del equipo, de los demás departamentos y de la empresa en general. Y, al generar relaciones de confianza, se consiguen mejores resultados cuantitativos y en el bienestar de las personas, que dejan de competir.

La comunicación no violenta ha llegado a la política, cuenta gotas, cierto, por eso, me parece balsámico que hayan aparecido varios políticos con un interés más inmediato que parece la invisibilidad. Gente como Salvador Illa o como Juanma Moreno, están cerca de los políticos suizos que elogiaba a Borges (“He vivido en Suiza cinco años y allí nadie sabe cómo se llama el presidente. Yo propondría que los políticos no fueran personajes públicos”). O de los vascos, de discreción jesuítica intachable. Todos ellos representan la modernización pacificadora de la política. Antes de que el Parlamento se transformara en un reality show, sus protagonistas eran oscuros gestores de modos anodinos, y no parecía molestarnos mucho. A ellos les debemos buena parte del progreso en el que habitamos y de lo que no somos muy conscientes, dada la enormidad de nuestras quejas. Frente a ellos, en el otro extremo, ha prosperado un político exhibicionista y fanfarrón, deformación esperpéntica de los salva patrias, que ha conformado un star system que, a modo de Hollywood o de Sálvame, atrae a la audiencia, pero por los motivos equivocados.

Quizás estos políticos aburridos sean los auténticos creadores. Entiendo que por mucho que lo intenten, Isla o Moreno están incapacitados para la grandilocuencia, que en estos tiempos de griterío desmedido, es un ansiolítico esencial. Son la tortilla a la francesa de la política, tan poco, tan insustancial, tan imprescindible. Ojalá, volviendo a Borges, la política vuelva a ser, de nuevo, "una de las formas del tedio".

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