¿Cómo hubieran sido los acontecimientos históricos con redes sociales? Diferentes cuentas e idiomas ofrecen reinterpretaciones del descubrimiento del fuego, la construcción de las pirámides, las luchas de gladiadores, el viaje de Colón a las Indias que acabó en “América bro”, el hundimiento del Titanic sin chaleco salvavidas, el desembarco de Normandía… En ninguna de las recreaciones hay drama humano, sino todo lo contrario. La construcción de la historia convertida en espectáculo digital contemporáneo es tan entretenida en X y TikTok como antigua, aunque ahora sea más sencilla de ejecutar gracias a la IA.
Un grupo de cómicos mexicanos y ecuatorianos unidos en Enchufetv protagonizaron un sketch hace tres años bajo el título “Si internet hubiera existido en el pasado”. Diez millones de visualizaciones demuestran el éxito del descubrimiento de América: “¡Vaya dato perturbador! Parece que aquí no conocen a Dios. Va a tocar evangelizarlos”. A continuación llegan las conexiones en directo con Jesús o con la cuenta en X de Moisés: “Diosito me dejó 10 mandamientos para ustedes. Abro hilo. 1/10 Amarás a Dios sobre todas las cosas. 2/10…”.
El caballo de Troya no hubiera logrado traspasar las murallas porque el móvil de un soldado griego habría sonado en su interior, Cleopatra sería una influencer enseñando a maquillarse los ojos -“cuanto más exagerado el delineado mejor” - y pidiendo a sus seguidores que se suscriban a Only Fans, la cuenta de Hitler sería bloqueada por comentarios de odio. O no.
El escrutinio digital condiciona hoy los relatos y los conduce por derroteros ajenos a la voluntad de los protagonistas. En la manifestación convocada por el PP el pasado domingo hubo una notable asistencia, pero las imágenes cenitales conducen la vista hacia los vacíos en la plaza de España de Madrid y limitan el efecto político que buscaba Alberto Núñez Feijóo. Y mientras el Gobierno de Pedro Sánchez se esfuerza en agrandar los huecos de la plaza, el Tribunal Supremo deja al fiscal general a un paso del banquillo de los acusados por revelación de secretos, convirtiendo las tendencias de las redes en un péndulo que va de PP a PSOE.
Feijóo pide que “se vaya el fiscal general del Estado” y el ministro Óscar Puente bautiza a la judicatura como “la oposición real” en España que sale todos los lunes a “arreglar los desaguisados de Feijóo”. Con redes y sin preguntas, porque el presidente del Gobierno lleva desde finales de abril sin responder a la prensa.
Sin redes, el divorcio entre Donald Trump y Elon Musk solo lo habría visto el índice bursátil de Wall Street. Tampoco X podría retransmitir los intentos del dueño de Tesla para pasar de los exabruptos al Make America Great Again por los altercados de Los Ángeles y evitar que el choque de egos no sea económicamente dramático.
El “secuestro” de la Flotilla de la Libertad camino de Gaza no se podría retransmitir en directo y los soldados israelíes tendrían margen para actuar impunemente en lugar de aparecer en la cuenta del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel ofreciendo sandwiches a las celebrities en lo que denominan “yate selfie de Instagram”.
Israel pretende desacreditar al velero y sus ocupantes. Llevan poca ayuda humanitaria para Gaza, cierto, pero su objetivo no es paliar con una selfie la hambruna de los supervivientes de los bombardeos israelíes en la franja, sino poner en evidencia el asedio, la destrucción y la aniquilación de una población. Greta Thunberg y sus compañeros, entre ellos el activista español Sergio Toribio, pidieron en sus cuentas la intervención de la comunidad internacional para ser liberados y a los pocos segundos el primer ministro de Suecia protesta, le siguen el resto de países que tienen tripulantes en el velero. Y el Ministerio de Asuntos Exteriores español informaba que, a falta de embajador israelí en España ante el que protestar, lo había hecho ante el encargado de negocios.
La realidad transcurre, por un lado, y el relato digital, por otro. Una ingente cantidad de recursos públicos, de administraciones, partidos y hasta ejércitos se destinan a intentar fusionarlos en el imaginario con un único objetivo: conseguir el efecto sin que se note el cuidado. Pero hay efectos imposibles por muchos bocadillos de brioche que se repartan. Isabel García Pagan en la vanguardia.
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