}

REBELION EN EL INFIERNO

El infierno se nos ha desbordado, parece que allí ya no se puede más. Los condenados eternos nos ven en las pantallas de sus teléfonos y trepan de cualquier manera hasta nuestro gracioso paraíso. Son imparables. Llegan hacinados en camiones, en pateras, arrastrándose, como haga falta. No les importa estar un poco más muertos si el viaje se les da mal, si por ejemplo vuelca la embarcación. Hay abuelas de luto que llegan en silla de ruedas, atravesando desiertos de hambruna, empujadas por sus nietos vigorosos. Lo hemos visto en telediarios. El hambre proporciona un vigor bestial. Aquí no lo podemos entender, luchando contra la obesidad. Pero escapar del espanto es un motor incombustible. No hay océano ni alambrada capaz de frenar el impulso de la desesperación.

No se tuvo en cuenta la fuerza que podía llegar a tener una rebelión en el infierno. Y se nos fue la mano avivando fuegos, achicharrando cuerpos, apretando tuercas, vendiendo munición. Cuando Nietzsche advirtió que Dios había muerto, no quisimos asumir responsabilidades. No nos dimos por aludidos, pero quizás hace tiempo que Dios somos también usted y yo. Y nuestros repartos aleatorios de almas, al cielo o al infierno, no tienen credibilidad. Sin justicia divina, esto no hay quien se lo trague. Y el infierno revienta como una cloaca que sobrepasa los límites de su capacidad. Abres tranquilamente el grifo de tu cocina y ves salir un pie.

Sin embargo, es una historia impersonal. La desesperación es una muchedumbre, bultos borrosos que despejamos de un manotazo en la nebulosa mental, informativos peliculeros, peticiones de firmas que saltan en el dispositivo cuando compras un billete de avión. Esta la firmo, esta la aparto con un dedo, ni sé por qué. Las tragedias se nos amontonan.

Pero en la radio, esta tarde, un activista describe las heridas en el cuerpo de una niña atrapada en una guerra. Y con ella se acaba el mundo. Si oyéramos cada día la historia de una niña, solo una, nos decimos, a lo mejor reventábamos de humanidad. Si observáramos, con mucha dema­gogia, a una mínima niña, exactamente ese pequeño cuerpo, un único estómago vacío, dos ojitos particulares, esas dos piernas que ya no están, solo entonces, tal vez, no podríamos dormir más. Nos tiraríamos al suelo o haríamos la revolución. Clara Sanchís Mira en la vanguardia.....o Clara...., simplemente no haríamos nada, nos limitaríamos al acto impúdico del gesto.

Absorto, es un poema de hace tiempo, en el que cambiando solo el lugar de los hechos y algún nombre podría ser de hoy mismo o de mañana.

Absorto hojeo el periódico
mientras como un croissant de plástico
y bebo un imbebible cortado.
Impunemente me invaden las noticias
que cansinamente repite cada día el rotativo
De vez en cuando un elemento nuevo se incorpora
uno, dos o tres días como mucho
y desaparece engullido por la noticia siguiente.
En Japón hablan de casi treinta mil
entre muertos y desaparecidos,
el Líbano, Siria, Túnez y las interminables
guerras silenciosas africanas,
sin olvidar la masacre a los chechenos.
Noticias que entran y salen de portada
según conviene a la línea editorial.
Lo he leído, pero he hecho ver que no iba conmigo
que todo esto pasaba lejos de casa

Quizás fichemos a Verratti o un argentino..

Publicar un comentario

Artícle Anterior Artícle Següent