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MASACRE


La masacre es una metáfora muerta como comer a los amigos, comerlos sin sal. Eran poetas y se han convertido en Reporteros con Fronteras; ya estaban cansados y ahora lo están todavía más. «Cruzan el puente a paso ligero al amanecer» y mueren sin cobertura telefónica. Los veo a través de lentes de visión nocturna y sigo en la oscuridad el calor de sus cuerpos; ahí están, huyendo de ella mientras corren hacia ella, entregándose a esta enorme masacre. La masacre es su verdadera madre, mientras que el genocidio no es más que un poema clásico escrito por generales intelectuales pensionados. El genocidio no es lo más apropiado para mis amigos, ya que es una acción colectiva organizada y las acciones colectivas organizadas les recuerdan a la Izquierda que los decepcionó.

La masacre se levanta temprano, baña a mis amigos en agua fría y sangre, les lava la ropa interior y les da pan y té, luego les enseña un poco a cazar. La masacre es más compasiva con mis amigos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La masacre les abrió una puerta cuando otras estaban cerradas, y los llamó por sus nombres cuando los nuevos reportes buscaban sólo números. La masacre es la única que les concede asilo a pesar de sus orígenes; a la masacre no le molestan sus circunstancias económicas, ni le importa si son intelectuales o poetas, la masacre mira las cosas desde un ángulo neutral; la masacre tiene los mismos rasgos muertos que ellos, los mismos nombres que sus viudas, pasa como ellos por el campo y los suburbios, y aparece de repente como ellos en las noticias de última hora. La masacre se parece a mis amigos, pero siempre llega antes que ellos a las escuelas donde los  niños y los pueblos lejanos.

La masacre es una metáfora muerta que salta de la televisión y se come a mis amigos sin ni una mísera pizca de sal.

"Masacre", de Ghayath Almadhoun, Versión de Juan Carlos Villavicencio

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