MEIGAS EN MADRID


El problema de deshumanizar al adversario es que, cuando se le necesita, hay que convencer a los parroquianos de que se trataba de un contrincante, no de un enemigo, y que era malo, pero quizá no tanto. Llegado el momento, la labor de revertir el discurso es ardua. Así se encuentra Alberto Núñez Feijóo a partir de hoy en el 21.º congreso del PP en Madrid con respecto a Junts y, en especial, con Carles Puigdemont, para recoser la posibilidad de pacto entre derechas española y catalana.

En perspectiva histórica, la entente no es extraordinaria. Mientras las calles madrileñas rugían, el gobierno del conservador gallego Eduardo Dato aprobó el real decreto que en diciembre de 1913 permitió crear la Mancomunitat de Catalunya con el regionalista Enric Prat de la Riba al frente. Durante la Segunda República, los conservadores de Madrid y Barcelona hicieron lo imposible por entorpecer las políticas de las izquierdas y colaboraron durante la Guerra Civil. En la transición, un conservador surgido del franquismo, Adolfo Suárez, concedió el restablecimiento de la Generalitat.

En 1996, José María Aznar transfirió notables competencias a Jordi Pujol. Desde noviembre de 1999, este último gobernó la Generalitat con el apoyo del PP. Con la obtención de la mayoría absoluta en el 2000, Aznar olvidó los pactos con los nacionalismos periféricos y se propuso copiar el modelo centralista francés. Tras dos legislaturas con gobiernos de izquierdas, en el 2010 Convergència regresó al poder. Entonces, pese a que el discurso aznarista arreciaba contra la reforma del Estatut, los populares sostuvieron al gobierno de Artur Mas apoyando sus presupuestos.

Desde el 2011, Mas mantuvo puntos de encuentro con Mariano Rajoy. Incluso después de la negativa al “pacto fiscal”, en septiembre del 2012, y la escenificación de ruptura posterior, se dieron reuniones no publicitadas. El inicio del procés , la percepción de los populares de la deslealtad de Mas al querer beneficiarse de la consulta del 9-N del 2014 y la incapacidad del gobierno Rajoy de gestionar la celebración y el resultado del referéndum del 2017 con Puigdemont sellaron el distanciamiento entre ambos espacios.

Frialdad en lo político, no en lo económico, como se ha evidenciado en el Congreso esta legislatura. El bloqueo mutuo no ha ido bien, ni a unos ni a otros. Los efectos de la crisis económica mundial de comienzos de siglo XX, los enormes flujos migratorios y el desencanto con la democracia empujan a amplias capas sociales a abrazar proyectos identitarios que no benefician a las viejas formaciones. Después de un cuarto de siglo, el discurso patriótico y afrancesado de Aznar ha fracasado y, junto a la sobreexcitación del procés , ha alentado el espacio de Vox.

Bajo los discursos dais habelas, hainas . Conjugar lo posible con lo que parece imposible. Joan Esculies.


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