En tiempos de crisis, cuando el mundo parece girar sobre dilemas imposibles, muchos ciudadanos adoptan una actitud que no suele ocupar titulares ni encabezar debates: trabajar y esperar. No es una consigna política ni una estrategia diplomática. Es, más bien, una forma de estar en el mundo cuando las decisiones parecen conducir inevitablemente a algún tipo de pérdida.
Hoy no elegimos entre caminos prometedores. Elegimos entre males menores, entre dilemas que nos colocan frente a consecuencias que nadie desea. ¿Aceptar una paz injusta para Ucrania con tal de evitar una guerra abierta con Rusia, o defender los valores europeos a riesgo de escalar el conflicto? ¿Preferir el liderazgo populista y democrático de Donald Trump, con sus riesgos de aislamiento, o el modelo autoritario de Xi Jinping, que ofrece estabilidad a costa de libertades? ¿Reconocer el sufrimiento del pueblo palestino y exigir una solución justa, aunque eso implique tensar las relaciones diplomáticas y enfrentar intereses geopolíticos, o mirar hacia otro lado en nombre de la estabilidad regional?
Frente a estas disyuntivas, muchos ciudadanos optan por seguir con su vida, por trabajar y esperar. No porque no les importe, sino porque sienten que no tienen margen real de acción. Esta actitud puede parecer prudente, incluso sabia. Pero también puede convertirse en una forma de evasión, en una renuncia silenciosa a participar en la construcción del futuro.
¿Es buena esta actitud? Depende. Puede ser una forma de resistencia: mantener la dignidad, cuidar a los tuyos, no dejarse arrastrar por el ruido. Pero también puede ser una excusa para no actuar, para no asumir responsabilidades colectivas. El riesgo es que, mientras esperamos, otros deciden por nosotros.
Trabajar y esperar no debe significar indiferencia. Debe ser una pausa estratégica, una forma de estar atentos, de prepararnos para actuar cuando sea necesario. Porque si no lo hacemos, el futuro llegará igual… pero sin nosotros.
Unos toman las decisiones, otros las sufren o las aplauden. Así están repartidas las cartas.
Un saludo.