Claude Lévi-Strauss dijo que cocinar fue el paso de la naturaleza a la cultura. Hoy, sin embargo, parece que estamos dando marcha atrás. La cocina —ese espacio simbólico donde se transforma el alimento y se cultiva el vínculo— está en peligro de extinción. Juan Roig, el líder de Mercadona, lo ha profetizado: en 2050 las casas ya no tendrán cocina. Y no es una exageración. Es una tendencia.  

La palabra “hogar” proviene del lugar donde se encendía el fuego. No es casual. Cocinar no es solo preparar comida: es cuidar, compartir, resistir. Es el centro emocional de la casa. Sin cocina, ¿qué queda del hogar? ¿Dónde se refugia uno cuando la vida se desmorona, si no es en el aroma de unas lentejas o el calor de un guiso?. 

Vivimos en una era donde el tiempo se ha convertido en un lujo. La gente ya no tiene rato para cocinar, estar con sus hijas, hacer ejercicio o practicar sexo salvaje. De ahí el auge del batch cooking: sacrificar el domingo para cocinar toda la semana. Una solución práctica, sí, pero también una señal de alarma. Existe la opcion del trash cooking, una técnica de cocina en la que se utilizan las sobras, es decir, una forma más moderna de denominar a la tradicional cocina de aprovechamiento de nuestras abuelas. Este procedimiento trata de elaborar nuevas recetas con lo que ha sobrado del día anterior, la precuela está en los canelones de la abuela.

Mientras, los supermercados se llenan de productos precocinados con listas de ingredientes dignas de Walter White en Breaking Bad. Cheeseburgers, serranitos calientes, paellas que no han visto el mar. Y a la entrada, microondas para postcocinar lo precocinado. Comer se convierte en trámite, no en experiencia. Y muchas veces, la cena llega en manos de un rider explotado. ¿Es este el futuro de la alimentación? 

Paradójicamente, nos encanta ver cocinar. Los reels de cocina son hipnóticos. Pero cocinar, lo que se dice cocinar, cada vez menos. La cocina se convierte en espectáculo, no en práctica. Menos mal que aún hay fans de Karlos Arguiñano o Marc Ribas. Hay esperanza.

Cocinar nos hizo humanos. ¿Dejar de cocinar nos deshumaniza?

La cocina es más que un espacio funcional. Es un ritual, una pausa, una forma de estar en el mundo. Si dejamos de cocinar, dejamos de compartir, de cuidar, de resistir. Y quizás, de ser humanos. Así que antes de que nos metan en cápsulas para descansar entre jornadas laborales, encendamos el fuego. Cocinemos. Aunque sea unas patatas con un huevo frito. Porque sin cocina, no hay hogar. Y sin hogar, no hay humanidad.