Después de pasar por numerosos pisos en el centro de Madrid, desde Plaza de España hasta Aluche o Torre Arias, Antonio compró la Dromolola —así ha bautizado su autocaravana—. La primera noche fue el 3 de enero de 2020 en un parking de Campo de las Naciones. Desde entonces la fórmula siempre ha sido la misma, vivir junto a su puesto de trabajo “para facilitarse la vida”. “Me acostumbré rápido. Aunque no soy de idealizar esta vida, porque esto tiene ventajas pero también muchas inconvenientes. Yo no vendo que esto sea el ideal de vivienda porque no lo es. Pero para mí, en este periodo de mi vida, ha sido un acierto”, confiesa.
Antonio se sacó las oposiciones de maestro estudiando en este salón donde casi cada objeto es plegable y esconde un doble uso. Una vez logró entrar a la lista de profesores interinos, comprobó que la autocaravana le daba una gran ventaja frente al resto de maestros. “Lo primero que ofertan siempre son plazas en pueblos que están donde Cristo perdió el mechero”, explica. “Para alguien de Alcorcón o Fuenlabrada, irte hasta Velilla de San Antonio o La Cabrera es imposible. Por eso la gente los rechaza siempre. Pueden tardar casi dos horas en llegar por los atascos de por la mañana o el transporte. Para mí era muy sencillo, podía aparcar en la puerta del colegio y vivir allí”, prosigue. Así, cogiendo lo que los demás rechazaban, Antonio fue sumando puntos y avanzó en la lista de la oposición a mucha mayor velocidad.
Aunque después de seis años, y habiendo obtenido un trabajo estable de unos 1.900 euros al mes, ya podría aspirar a hipotecarse o a meterse en un alquiler, las cuentas —al igual que en 2019— siguen sin salirle. “Yo vivo en una autocaravana ahora mismo porque quiero, no por necesidad. Aunque evidentemente si los precios de la vivienda fueran otros, me marcharía a una casa, que es mi proyecto de futuro. Lo que pasa es que después de esta experiencia satisfactoria en la autocaravana me he vuelto más exigente y lo que no estoy dispuesto es a estar ahogado como hice durante diez años”, comenta. “Si hubiera descubierto esto con 25 años no habría malgastado miles de euros en alquileres de habitaciones y tal vez ya podría entrar a una casa”, declara Antonio, cuyos gastos mensuales no llegan a los 100 euros al mes. Para la electricidad se basta con dos placas solares y dos baterías de litio. Con tres horas al día bajo el sol tiene suficiente. La calefacción funciona con gas propano y el agua la consigue en gasolineras donde rellenar el depósito de 100 litros es gratuito. El internet lo obtiene a través de tarjetas de datos ilimitados. Al trabajar de lunes a viernes con horario fijo, apenas gasta en gasolina los fines de semana. Antonio reivindica su decisión y advierte, “Hay muchas más personas como yo. No solo en Palma, también en Madrid. Personas que encuentran en la autocaravana una combinación de algo económico y de libertad. Personas que no quieren ni pueden pasar por el aro de la locura que estamos sufriendo con la vivienda en Madrid. Me han llegado más casos, por ejemplo, en Moratalaz, en Alcalá de Henares, en la Sierra o en Fuenlabrada”, señala. A pocos kilómetros de su aparcamiento, por ejemplo, junto una boca de metro en Hortaleza, hay varias personas viviendo en caravanas y coches que se camuflan con otros vehículos.
En España, el número de propietarios de autocaravanas se ha multiplicado en la última década. Mientras que en 2015 se matricularon 2.491 autocaravanas y campers, en 2024 fueron 6.459, según datos facilitados por ASEICAR, la Asociación Española de la Industria y Comercio del Caravaning. La Comunidad de Madrid fue el curso pasado la tercera con más matriculaciones después de Cataluña o Andalucía, que atraen la mayor parte del movimiento del caravaning al tener costa. ASEICAR defiende las autocaravanas como forma de ocio, “no de vivienda”, e insiste en denunciar que “las autocaravanas no pueden ser la solución ante la falta de pisos en zonas turísticas” en referencia a los problemas en Palma de Mallorca. La normativa vigente permite aparcar las autocaravanas en la vía pública y pernoctar en ellas. Lo prohibido es “acampar”, es decir, sacar elementos que sobresalgan como toldos, escaleras o mesas y sillas.
“La realidad es que el problema de la vivienda está siendo el último empujón a nuestro sector”, señala José Talaván, de 53 años, colaborador de la empresa Camper Van Madrid que se dedica a la compraventa de autocaravanas en Humanes. “Estamos vendiendo entre cinco y ocho al mes. Antes el promedio eran una o dos. Una gran parte de los clientes la quieren para dejar sus alquileres y vivir aquí. La semana pasada vino una mujer con sus perros y esta mañana ha llamado un chico joven. En Madrid no es todavía un fenómeno de miles de personas pero sí puedes encontrar bastantes casos”, explica Talaván. “España va 10 años por detrás de Francia, donde la autocaravana es algo cultural”, apunta.
Al calor de una sopa de verduras que calienta en la cocina de la parte trasera de la Dromolola, Antonio confiesa que no se ha olvidado de buscar casa. Sigue utilizando con frecuencia aplicaciones como Idealista, ya solo para comprar. Hace poco estuvo haciendo visitas y quiso quedarse un estudio en Tribunal de 37 metros cuadrados que en principio costaba 215.000 euros. “A las tres horas de verlo me llamaron para decirme que lo acababan de vender por 240.000 a un español que lo quería como inversión″, recuerda.


Nadie diría hace unos años que algunos iban a tener más espacio por menos dinero que viviendo en un estudio tamaño trastero.
ResponderEliminarY gracias que hay autocaravanas, que tampoco son baratas.
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