Decenas de inmigrantes procedentes del B9 permanecen en el asentamiento bajo el puente de la autopuesta em Bdalona - Àlex Garcia / LV
Hay quien considera que las Fiestas de Navidad son solo un obsceno desperdicio de dinero en regalos y comida. Hay quien cree que ese buen rollo que impera estos días no es más que una hipocresía colectiva que desaparece al llegar el 7 de enero. Decía alguien que ese hacer el bien, ese espíritu de Navidad, debería guardarse en botellitas e irlas abriendo a lo largo del año. Hay quien quisiera estar ya al siete de enero (uno es uno de ellos) aunque la noche del 6 cuando como decía Quino en una tira de Mafalda, los adultos nos sentimos terroristas de la felicidad, primero con los hijos y después con los nietos, sea posiblemente el mejor y más auténtico de estas fiestas. Terroristas de una felicidad falsa, de la primera mentira sería que se descubre de las muchas con las que se encontrará a lo largo de su adolescencia.
Hay quien detesta el sonsonete repetitivo y azucarado de las cancioncillas de Navidad, (siempre nos quedará the Pogue) o los Santa Claus colgados de los balcones y algunos Reyes Magos también, o el exceso de adornos por doquier. También hay quien se cansa de desear felices fiestas y después próximo año nuevo a todo el mundo sabiendo que no lo será, sí nuevo pero no bueno.
Hay quien detesta aquellos almuerzos de Navidad o San Esteban con su familia en el pleno, y que a menudo acaban tarde y como el rosario de la aurora.
Hay demasiada gente que no tiene humor para celebrar Nadal ni nada, y menos aún en el nuevo año. Pero a pesar de todo, algo hay de ese espíritu de Navidad que a poco mal que te vayan las cosas acaba contagiándose de una forma u otra. Y no se trata de una percepción religiosa. No, no es cuestión religiosa.
Hay un centenar que todavía duermen bajo un puente de la autopista C31 en Badalona, en un improvisado pesebre viviente.
Sin embargo, tenemos derecho a celebrar las fiestas, posiblemente porque llevamos asociados en el subconsciente buenos recuerdos de Navidad de nuestra infancia, y sin darnos cuenta nos volvemos para estas fiestas de nuevo niños. En nombre de este espíritu buenista, en parte por educación y en parte porque en mayor o menor manera también me ha afectado el virus de Navidad, os deseo de todo corazón que tengan una feliz Navidad y San Esteban: ¡FELIZ NAVIDAD!

Y hay quien se dice cristiano y echa a la calle sin miramiento alguno a gente sin techo.
ResponderEliminarPaz, justicia y salud para todos.
Y mucho amor al prójimo y al próximo.
ResponderEliminar¡Feliz Navidad!