A Mamadou se le ponen los ojos vidriosos cuando dice en voz alta que "no hay ningún plan". Son casi las nueve de la tarde. Han pasado más de 12 horas desde que la policía comenzó el desalojo del instituto abandonado de Badalona B9, donde hasta hace poco habitaban unas 400 personas. Ahora, más de un centenar se reúnen en la explanada que hay por delante sin tener a dónde ir. Muchos no han dormido la pasada noche, y los que lo han hecho se han levantado de madrugada en alerta, sabiendo que estaban a punto de vivir uno de los mayores desalojos que se han hecho nunca en Catalunya.
En toda la explanada sólo hay dos tiendas de campaña, que a lo sumo podrían albergar tres personas cada una. El alcalde, Xavier García Albiol, ya ha dejado claro durante el día que no gastaría "ni un solo euro" para que los desalojados tengan dónde dormir. Tres personas se han puesto en contacto con el Sindicato de Vivienda Socialista de Catalunya para ofrecer un sitio en su casa. Las trabajadoras de la fundación Cepaim que también están en la plaza han contado sólo a diez personas que han conseguido un alojamiento para esta noche. Para el resto no existe ningún plan.
Un cordón de los Mossos d'Esquadra cierra el paso al edificio. Nadie intenta atravesarlo. La zona estará vigilada toda la noche también por la Guardia Urbana y seguridad privada, y el dispositivo se alargará hasta que se derribe el edificio. Será en los próximos días, según fuentes municipales. Algunas personas que vivían en el B9 todavía tienen objetos dentro y tampoco tienen claro si podrán entrar a recogerlos. El motivo que les han dado es que habían tenido la oportunidad de salir voluntariamente y recoger sus cosas antes del desalojo. Sobre todo echan de menos las bicis y los carros que muchos utilizaban para trabajar. De hecho, en la plaza hay varios. También un remolque para bici con un cartel que dice, escrito a mano, "Buscar la vida".
En toda la explanada solo hay dos tiendas de campaña y algunas personas guardan sus cosas en carros de supermercado. LORENA SOPENA
Quienes sí han recogido las cosas que tenían en el antiguo instituto no tienen dónde dejarlas. En el suelo de la explanada hay zapatos y ropa tendida, como si fuera la parada de un mercado. Por toda la plaza hay decenas de maletas, mochilas rellenas hasta arriba y bolsas de la compra llenas de ropa. Algunos guardan sus cosas en carros de supermercado. Por un lado, un grupo de chicos se calientan con un fuego en el suelo y más allá también hay un radiador eléctrico, pero, evidentemente, no hay dónde enchufarlo.
"No desaparecerán" "Se irán diseminando, la gente sabe dónde buscarse la vida de una forma más o menos eficiente", comenta un trabajador social que en los últimos meses ha trabajado sobre todo en el asentamiento del parque Joan Miró de Barcelona y que hoy ha pasado el día frente al B9. "Por mucho que algunos quieran no desaparecerán, se buscarán la vida", añade una compañera suya.
En el lado de la plaza más lejana, en el B9, dos chicos que hace unas horas estaban en el antiguo instituto se miran la escena apartados del resto. Algunas personas se sientan alrededor de la plaza, pero la mayoría están de pie en pequeños grupos que se van haciendo y deshaciendo. Uno de los dos chicos llegó al B9 hace dos meses. Fue su primer destino después de emigrar. El otro vivía allí desde hace un año, la mitad del tiempo que ha pasado en España. Los primeros 12 meses después de emigrar desde Senegal vivió en albergues de entidades y durante el último año el B9 ha sido su casa. Esta mañana ha optado por quedarse dentro del instituto hasta el último momento. "Aguantar". Ahora, como muchos, tampoco sabe lo que va a hacer. Dice que hace un tiempo concedió una entrevista a una radio, pero hoy prefiere que su nombre no se publique. Solo lleva una sudadera para abrigarse. "Hace frío, ¿eh? Si lloviera como ayer sería un problema".
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