El mar de trigo que hace ya es amarillo, y la colza blanquea sus color amarillo, están empezando a segar, las espigas ufanas apuntan al cielo, altas como hacía años no las veía. "En junio la hoz en el puño" decía el refrán popular y así lo recordaba en mi novela "Amor Particular", de cuándo tenía ocho años en un verano pasado en Santa Maria de l'Estany:

"Uno de los hechos extraordinarios, de hecho el más especial de todos, se producía a finales de Junio. Cuando el trigo ya habia sido segado por los segadores con la hoz, el zueco y el sombrero de paja silueteaban los campos, íbamos todo el grupo de niños casi hasta Moià a pie por la carretera a esperar la llegada de la "máquina de batre". Nos acercábamos hasta Magadins Nou, que de una vieja masía, ahora se ha transformado en un restaurante. Allí la esperábamos y escoltábamos la máquina hasta la entrada del pueblo. Aquellos hombres y su máquina, para nosotros, eran como seres venidos de otro planeta, teniendo en cuenta que eran épocas de poco viajar y gente como aquélla que iba por todas partes, ejercía sobre nosotros una extraordinaria fascinación.
Después, veíamos cómo hacían los pajares. Los hombres con sombrero de paja, gafas y un pañuelo en la cara, talmente como si fueran bandoleros. La máquina que con un ruido atronador iba tirando paja por el tubo, y mientras unos recogían el grano en sacos, los otros con las horcas le iban dando forma en el pajar, hasta llegar arriba. El olor profundo del trigo desbrozado, el polvo, el calor le daban un tono casi épico a su trabajo, y no era fácil hacer un pajar, requería su técnica.
Y así, era tras era, pueblo tras pueblo, cada mes de Junio, empapados de sudor, tirando de la bota de vino. Negros como el carbón de tantas horas bajo el sol, y con unas manos fuertes de venas marcadas y dedos gruesos. De trabajador, de hombre de la tierra. Fue un buen verano aquél en Santa Maria del Estany. Un verano de aquéllos que no se olvidan."