Los nazis dieron fe de las doctrinas del Hielo eterno y la de la Tierra cóncava. El ingeniero austriaco Hans Hörbiger (1860-19 ?) fue el creador de la doctrina del Wel o Welteislehre, es decir, doctrina del Hielo eterno.
Estudió en la Escuela de Tecnología de Viena y realizó prácticas en Budapest. Fue proyectista en la fábrica de máquinas de vapor y especialista en compresores. En 1894 inventó un nuevo sistema de llaves para bombas y compresores y vendió la patente a sociedades alemanas y estadounidenses obteniendo una gran fortuna.
Horbiger sentía apasionamiento por las aplicaciones astronómicas de los cambios de estado del agua -hielo, líquido y vapor-, las cuales había tenido que estudiar para ejercicio de su profesión. Sobre esta base pretendió explicar toda la cosmogénesis y toda la astrofísica. El mismo refería que súbitas iluminaciones e intuiciones brillantes le habían abierto las puertas de una ciencia nueva.
En una carta a un amigo ingeniero explica que tuvo una revelación cuando siendo un joven ingeniero, observó un día una ola de acero fundido sobre la tierra mojada y cubierta de nieve, la tierra estallaba con cierto retraso y gran violencia.
La Welteislehre explica que en los cielos había un cuerpo enorme con una elevada temperatura millones de veces mayor que nuestro actual Sol. Este super-sol chocó con un planeta gigante constituido por hielo cósmico y este planeta de hielo penetró en él. Nada ocurrió durante centenares de miles de años, hasta que el vapor de agua hizo que todo estallara. Algunos fragmentos fueron proyectados tan lejos que se perdieron en el espacio helado. Otros volvieron a caer sobre la masa central donde se había originado la explosión.
Y otros fueron lanzados a una zona intermedia convirtiéndose en los planetas de nuestro sistema solar. Había 30 de ellos, son bloques que poco a poco se han ido cubriendo de hielo. La Luna, Júpiter, Saturno son de hielo, los canales de Marte son grietas de hielo. Sólo la Tierra no está dominada por el frío, en ella sigue la lucha entre el hielo y el fuego.
A una distancia igual a tres veces la de Neptuno, se hallaba en el momento de la explosión, un enorme anillo de hielo y allí sigue estando. Es lo que los astrónomos llaman Vía Láctea, porque algunas estrellas parecidas a nuestro Sol, en el espacio infinito, brillan a través de ella.
Las manchas que se observan en el Sol que cambian de forma y de lugar cada 11 años son producidas por la caída de bloques de hielo que se desprenden de Júpiter. Júpiter cierra su órbita alrededor del Sol cada 11 años.
En la zona media de la explosión, los planetas del sistema al que pertenecemos obedecen a dos fuerzas: la fuerza primitiva de la explosión que los aleja y la fuerza de la gravitación, que los atrae a la masa más fuerte situada en su proximidad. Estas dos fuerzas no son iguales. La fuerza de la explosión inicial va disminuyendo, porque el espacio no está vacío, sino que hay en él una materia tenue compuesta de hidrógeno y vapor de agua.
Además, el agua que alcanza el Sol llena el espacio de cristales de hielo. De este modo la fuerza inicial de repulsión se ve cada vez más frenada. Por el contrario, la gravitación es constante. Por esto cada planeta se acerca más al próximo que lo atrae, se acerca trazando círculos aparentes a su alrededor, en realidad describe una espiral que se va encogiendo. Así tarde o temprano cada planeta caerá en el más próximo y todo el sistema acabará por caer en forma de hielo en el Sol.
Entonces se producirá una nueva explosión y todo volverá a empezar.

La Tierra ha captado por turnos 4 masas de hielo cósmico, estas han ido girando en espiral alrededor de la Tierra acercándose cada vez más y cayendo sobre nosotros. Es decir, han habido 4 lunas y la última de ellas es nuestra luna actual. Toda la historia de nuestro planeta, la evolución de las especies y la historia humana encuentran su explicación en esta sucesión de lunas en nuestro cielo.
Cuando cae la luna, estalla antes de tocarnos, girando cada vez más rápido, transformándose en un anillo de rocas, hielo y gases igual que Saturno. Este anillo cae sobre la Tierra recubriéndola circularmente y fosilizando todo lo que se encuentra debajo de él, sólo se forman fósiles en el momento en que cae este anillo.
Por esto se ha podido registrar una época primitiva, una secundaria y una terciaria. Como se trata de un anillo, sólo tenemos testimonios muy fragmentarios de la historia de la vida en la Tierra. Esta caída de las lunas permite imaginar las transformaciones de los seres vivos en el pasado y prever los venideros.
Cuando las lunas se han acercado a una distancia de 4 a 5 radios terrestres la gravitación cambia considerablemente y esto determina transformaciones en el tamaño de los seres, ellos crecen en función del peso que pueden soportar. Existe un período de gigantismo en el momento que el satélite se nos acerca, mutaciones bruscas, los rayos cósmicos son más poderosos.
A finales del período primario aparecen enormes vegetales e insectos gigantescos. A finales del secundario aparecen los dinosaurios gigantes. Los seres aliviados de su peso se yerguen, las cajas craneanas se ensanchan, las bestias levantan el vuelo, a finales del secundario aparecen los mamíferos gigantes, tal vez los primeros hombres, creados por mutación. Aparece nuestro antepasado gigante, hace unos 15 millones de años.
Estos gigantes eran sabios y buenos, medían unos 12 m de alto. Se le suponen grandes poderes de comunicación telepática, civilizaciones basadas en el modelo de centrales de energía psíquica y material.
La segunda luna se acerca más y estalla cayendo el anillo, no hay ninguna luna en el cielo. Sobreviven algunos ejemplares de las mutaciones gigantes producidos al final del período secundario, subsisten disminuyendo de proporciones. Todavía hay gigantes que
se van adaptando.
Cuando aparece la tercera luna ya se han formado los hombres ordinarios, mas pequeños, menos inteligentes, nuestros verdaderos
antepasados. Los gigantes que sobrevivieron son los que civilizan a los hombres pequeños.
Todas las leyendas, religiones y tradiciones desde Grecia a la Polinesia, desde Egipto a México y a Escandinavia, refieren que los hombres fueron iniciados por gigantes. La civilización, moral, espiritual y tal vez técnica alcanza su apogeo sobre el globo.
La tercera luna se va acercando, los mares suben, todas las aguas atraídas por la gravitación del satélite, los hombres se dirigen a las montañas con los gigantes, sus reyes. Ambos crean una civilización marítima mundial, la que se identifica con la civilización Atlántida.
Es la época de las construcciones megalíticas, las ruinas de Tiahuanaco. Los atlantes en naves perfeccionadas dan la vuelta al mundo y conectan cuatro grandes centros: Nueva Guinea, México, Abisinia y el Tibet. Todo esto explica las similitudes existentes entre las más antiguas tradiciones que registra la humanidad. Se extiende la civilización por todo el globo. Habían dos Atlántidas, una la de los Andes -Tiahuanaco- y otra en el Atlántico norte la que describe Platón.
Cae la tercera luna, el agua desciende, los océanos se retiran, el aire se enrarece, se marcha el calor. La Atlántida no muere tragada por las aguas sino porque se retiran de ella. Las naves son arrastradas y destruidas, falta el alimento que traían del exterior, mueren millones de seres, los sabios y la ciencia desaparecen, la organización social se derrumba. Los supervivientes sólo pueden descender a las llanuras pantanosas. Ha terminado el reino de los reyes gigantes, los hombres sobre los que reinaban se han convertido en brutos.
Luego hace 12 millones de años la Tierra capta su cuarta luna, la actual. Nuestro planeta se hincha en los trópicos. Los mares del norte y del sur afluyen hacia la mitad de la Tierra y recomienzan las edades glaciales del norte. La segunda Atlántida, la del Atlántico norte es tragada por las aguas. Viene el Diluvio que describe la Biblia. Los gigantes vivos degeneran, luchan entre sí, combaten hombres y gigantes. Se habla de las leyendas de Urano, Saturno, de David y Goliat. En la Biblia se citan temas sobre gigantes, Números 13:33 y Job 26:5.
Así el hombre ha quedado solo, abandonado, en degeneración. Una civilización humana, humanista, la civilización judeo cristiana, minúscula y residual.
Pero nos acercamos a otra edad, volverán las mutaciones, volverán los gigantes. Estamos en el cuarto ciclo. Durante milenios sin luna aparecen las razas enanas que degeneran y sin prestigio, los animales que se arrastran, como la serpiente que evoca la caída. Durante las lunas altas existen las razas medianas. Antes de caer las lunas, giran alrededor de la Tierra creando condiciones diferentes en aquellos lugares que no están debajo de su trayectoria por lo cual la Tierra ofrece un espectáculo variado, después de varios ciclos lunares: razas en decadencia, razas que se elevan, seres intermedios, degenerados y aprendices del porvenir, precursores de las futuras mutaciones, esclavos del ayer, enanos de las antiguas noches y señores del mañana.
El futuro, después de milenios sin satélite, el planeta Marte se nos acercará, pero es muy grande para ser capturado, para que gire a nuestro alrededor, rozará nuestro planeta, nos arrancará nuestra atmósfera y se dirigirá hacia el Sol hasta caer en él. Nuestros océanos se agitaran en torbellino y hervirán, bañándolo todo y la corteza estallará.
Nuestro planeta muerto seguirá girando en espiral y será alcanzado por los planetoides helados y se convertirá en inmensa bola de hielo que a su vez se dirigirá contra el Sol. Después de la colisión, vendrá la calma, el vapor de agua se irá acumulando durante millones de años, hasta que un día se producirá una nueva explosión y otras creaciones en la eternidad de las fuerzas ardientes del Cosmos. FUENTE - EL RETORNO DE LOS BRUJOS DE PAWELS I BERGIER.



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