
Me dejaron el otro día un comentario a raíz de un aforismo donde se dice que la compasión y la tolerancia no son más que injusticia y falta de respeto, y es cierto, yo tampoco estoy nada de acuerdo con la palabra tolerar, y por tanto la consecuencia de su aplicación. Se tolera sólo por educación aquello que detesta, menosprecia o no se entiende, que vendría a ser como una caridad mal entendida y peor aplicada, muy en la línea populista y falsamente piadosa de muchos cristianos viejos. Por lo tanto aparco en un rincón de la memoria la palabra tolerancia y saco a la platea, conocimiento mutuo, comprensión, respeto y complicidad, sin ni pensar en el buenismo que es otro mal a erradicar.
Y digo yo que, esta sociedad instalada en un nihilismo permanente, obsesionada sólo en consumir y derrochar e ignorar todo aquello que pueda alterar su supuesta estabilidad, no está por esta labor de convivencia, y ve pasar la vida a través del sofá y el televisor o la tarjeta de crédito, inmune a todo, interesada por nada y preocupada por lo que no debería. Y son estos los síntomas de la decadencia real de una sociedad, cuando instalada entre este nihilismo, y el aburrimiento lleno de ocio, se empeña en molestarse por las pequeñas absurdidades cotidianas, perderse en mil y una tonterías, y hacer ver que no ve los problemas reales de su entorno, o dicho de otro modo, los ignora y menosprecia, sean los vecinos de al lado, la corrupción política, la situación del país, o los muertos de cada día en Irán, las revueltas en el Norte de África o allí donde sea del tercer mundo, que siempre se le hace muy lejano.
Y quisiera reafirmarme en el sentido de que nuestra sociedad, hace ya una temporada que ha comenzado a habitar permanentemente en ese estado previo a la decadencia moral y ética total.
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