No voy a hablar hoy de los árbitros asistentes, antes dichos linieres porque son seres totalmente inútiles con un índice de acierto tan bajo en su trabajo que los hace totalmente prescindibles. Ya he expuesto en alguna ocasión mi teoría de que los árbitros asistentes deberían ser bizcos para así poder ver la pelota como sale y donde está el delantero que va hacia adelante y el defensa que se echa atrás. De hecho el nombre original era 'lines men' linesme que le decían los de antes, el hombre que sigue la línea, pero esto ya lo sublimó Maradona.
Aunque he hablado un poco de los árbitros asistentes, hoy de quien quiero hablar es de los árbitros de fútbol: Que puede llevar a una persona sensata, a veces incluso con estudios a hacerse árbitro de fútbol, a erigirse en juez de las acciones de 22 señores que corren arriba y abajo por un rectángulo en calzón corto dándole patadas a una pelota, mientras los asistentes al espectáculo se acuerdan a menudo de su madre, motivo este que hace que todos los árbitros de fútbol se identifiquen con los dos apellidos aparte del nombre.
Para juzgar, hay que conocer las leyes (el reglamento) y además aplicarlo sabiamente, con equidad. Y aquí es donde se empiezan a perder los árbitros. No han jugado antes al fútbol la mayoría y se nota, y si se saben el reglamento lo disimulan muy bien. Su actuación casi siempre es nefasta porque son incapaces de tener y aplicar criterios a la hora de tomar decisiones. Si en el minuto 1 un jugador del Alcorcón entre por detrás a uno del Celta en el centro del campo sin tocar balón, es roja y punto. Pues el sr. Trencilla de turno se limitó a señalar falta y aún gracias. Si un jugador del Alcorcón hace falta en el centro del campo a uno del Celta y este al caer producto de la falta anterior hace caer a uno del Alcorcon, se lleva la falta y la tarjeta el del Celta. Ole tú cohone! Arbitro.
Si un jugador tiene una tarjeta amarilla y comete una acción merecedora de la segunda tarjeta que significa la expulsión, el trencilla se la debería enseñar, pero lo hacen en contadas ocasiones, tragándose a un montón de tarjetas.
El árbitro sirve también para justificar derrotas vergonzantes como la del Arsenal de Arsenio Wenger de ayer. El Sr. Wenger se olvidó de los dos penaltys no señalados en su casa a favor del Barça, olvidó también el gol legal anulado por un fuera de juego inexistente, ignoró también que Songà que ayer no pudo jugar, en el minuto 30 de la primera parte en Inglaterra ya había de haber sido expulsado por acumulación de tarjetas. Olvidó que a Messi ayer le hicieron un claro penalty en la primera parte que incluso reconocen los medios de deportes de Madrid. Y olvidó que Van Persie fue justamente expulsado por tonto, tenía una tarjeta amarilla y conscientemente lanzó la pelota a la grada tras escuchar como le habían señalado fuera de juego, y reglamento en mano, el Sr Bussaca, que debía tener remordimientos por el penalty no señalado en la primera parte, justamente lo expulsó por dos tarjetas amarillas. Y digo justamente, porque "rara avis" esta vez aplicó el reglamento. Reglamento que olvidó cuando en señalar el penalty cometido sobre Pedro, no enseñó tarjeta amarilla al infractor dado ya tenía una y no se atrevió a expulsar a otro jugador de esa cosa nombrada equipo de fútbol, también llamada Arsenal.
Y este es el problema, el reglamento es muy claro, sólo que si se aplicara con todo detalle, la mayoría de partidos no llegarían a la media parte, hasta que los jugadores dejaran de comportarse como criaturas y en comportarse como deportistas sólo deberían sacarse las tarjetas justas y necesarias. Y esto no se hace por culpa de los árbitros. Pondré un ejemplo:
Hay una falta, y hay una barrera. El árbitro marca la distancia y a la que se gira la barrera se ha avanzado al menos un metro. Ningún problema, tarjeta amarilla a todos los jugadores de la barrera y al primero que protestara la decisión la segunda y a la calle. Los partidos acabarían como he dicho anteriormente, antes del descanso, pero a la semana siguiente, las barreras no se moverían ni un milímetro.
Y podría seguir y seguir en la cuestión de criterios y aplicaciones de reglamento, pero: ¿que se puede esperar de una persona que pretende convertirse en árbitro? Bastante se ve en el comportamiento de los Jueces o de los idem del Tribunal Cosntitucional. Y es que quizás nadie debería atreverse a convertirse en arbitro en general de los otros en nada en la vida, y menos aún en el fútbol, al menos los asnos, que desgraciadamente abundan. Por cierto que en Intereconomia hay unos cuantos.
Aunque he hablado un poco de los árbitros asistentes, hoy de quien quiero hablar es de los árbitros de fútbol: Que puede llevar a una persona sensata, a veces incluso con estudios a hacerse árbitro de fútbol, a erigirse en juez de las acciones de 22 señores que corren arriba y abajo por un rectángulo en calzón corto dándole patadas a una pelota, mientras los asistentes al espectáculo se acuerdan a menudo de su madre, motivo este que hace que todos los árbitros de fútbol se identifiquen con los dos apellidos aparte del nombre.
Para juzgar, hay que conocer las leyes (el reglamento) y además aplicarlo sabiamente, con equidad. Y aquí es donde se empiezan a perder los árbitros. No han jugado antes al fútbol la mayoría y se nota, y si se saben el reglamento lo disimulan muy bien. Su actuación casi siempre es nefasta porque son incapaces de tener y aplicar criterios a la hora de tomar decisiones. Si en el minuto 1 un jugador del Alcorcón entre por detrás a uno del Celta en el centro del campo sin tocar balón, es roja y punto. Pues el sr. Trencilla de turno se limitó a señalar falta y aún gracias. Si un jugador del Alcorcón hace falta en el centro del campo a uno del Celta y este al caer producto de la falta anterior hace caer a uno del Alcorcon, se lleva la falta y la tarjeta el del Celta. Ole tú cohone! Arbitro.
Si un jugador tiene una tarjeta amarilla y comete una acción merecedora de la segunda tarjeta que significa la expulsión, el trencilla se la debería enseñar, pero lo hacen en contadas ocasiones, tragándose a un montón de tarjetas.
El árbitro sirve también para justificar derrotas vergonzantes como la del Arsenal de Arsenio Wenger de ayer. El Sr. Wenger se olvidó de los dos penaltys no señalados en su casa a favor del Barça, olvidó también el gol legal anulado por un fuera de juego inexistente, ignoró también que Songà que ayer no pudo jugar, en el minuto 30 de la primera parte en Inglaterra ya había de haber sido expulsado por acumulación de tarjetas. Olvidó que a Messi ayer le hicieron un claro penalty en la primera parte que incluso reconocen los medios de deportes de Madrid. Y olvidó que Van Persie fue justamente expulsado por tonto, tenía una tarjeta amarilla y conscientemente lanzó la pelota a la grada tras escuchar como le habían señalado fuera de juego, y reglamento en mano, el Sr Bussaca, que debía tener remordimientos por el penalty no señalado en la primera parte, justamente lo expulsó por dos tarjetas amarillas. Y digo justamente, porque "rara avis" esta vez aplicó el reglamento. Reglamento que olvidó cuando en señalar el penalty cometido sobre Pedro, no enseñó tarjeta amarilla al infractor dado ya tenía una y no se atrevió a expulsar a otro jugador de esa cosa nombrada equipo de fútbol, también llamada Arsenal.
Y este es el problema, el reglamento es muy claro, sólo que si se aplicara con todo detalle, la mayoría de partidos no llegarían a la media parte, hasta que los jugadores dejaran de comportarse como criaturas y en comportarse como deportistas sólo deberían sacarse las tarjetas justas y necesarias. Y esto no se hace por culpa de los árbitros. Pondré un ejemplo:
Hay una falta, y hay una barrera. El árbitro marca la distancia y a la que se gira la barrera se ha avanzado al menos un metro. Ningún problema, tarjeta amarilla a todos los jugadores de la barrera y al primero que protestara la decisión la segunda y a la calle. Los partidos acabarían como he dicho anteriormente, antes del descanso, pero a la semana siguiente, las barreras no se moverían ni un milímetro.
Y podría seguir y seguir en la cuestión de criterios y aplicaciones de reglamento, pero: ¿que se puede esperar de una persona que pretende convertirse en árbitro? Bastante se ve en el comportamiento de los Jueces o de los idem del Tribunal Cosntitucional. Y es que quizás nadie debería atreverse a convertirse en arbitro en general de los otros en nada en la vida, y menos aún en el fútbol, al menos los asnos, que desgraciadamente abundan. Por cierto que en Intereconomia hay unos cuantos.
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