Los políticos tienden a emplear determinadas palabras o expresiones que acaban haciendo suyas, manipulándolas y sacándolas de contexto. Les da exactamente igual, les sobra ignorancia o desconocimiento para hacerlo, fíjáos que nunca vereis ruborizarse a un político y difícilmente contestará con un simple SI o NO, es más, a menudo a preguntas concretas sobre que manifiesten escuetamente sí o no sobre cualquier cuestión, aunque sea una tontería, no hay manera de conseguirlo, siempre acaban tocando el violín y huyendo de estudio con respuestas alambicadas y evasivas.
Una de las expresiones que emplean a menudo es: este o estos ha o han traspasado la linea roja, como si fuera algo gravísimo y si lo dice el presidente Mas cuando pone cara de enfadado, aún es más grave, cara de enfadado que me recuerda a los niños pequeños cuando ponen cara de enfadados, sólo que él lo hace con más pompa y circunstancia, con la misma cara que hacía el día en que hizo la primera comunión, que es el mismo talante de su 'clon' oral el portavoz voz del Gobierno de CIu que ahora no recuerdo cómo se llama, de hecho no importa, sólo es un clon mimético, carne de paso con fecha de caducidad.
A lo que iba; traspasar la línea roja tiene diferentes orígenes: uno de ellos viene del ejército Británico, tan valiente como inútil. La delgada línea roja se convirtió durante la guerra de Crimea en un símbolo del carácter irreductible del ejército británico, a raíz de un reportaje de la batalla de Balaclava (1854) publicado en The Times por el corresponsal William Howard Russell. La «delgada línea roja» se refería a la fila de medio millar de soldados del regimiento escocés de infantería que repelió a dos en fondo, la carga de varios miles de soldados de caballería rusos. A finales de siglo, un verso del poema Tommy, de Rudyard Kipling, inmortalizó el mito en la variante thin red line of heroes: «O it 's' Thin red line of 'heroe,' when the drums begin to roll».
El tecnicismo línea roja tiene su origen en la aeronáutica militar de los años veinte del siglo pasado, cuando empezaron a imprimir una raya o marca de color rojo en los anemómetros de los aviones. Este indicador de alarma, que indica la velocidad máxima de vuelo que no puede exceder en ningún caso (Vne = never-Exceed speed), tenía una importancia vital para los pilotos de guerra, los aparatos tenían que volar a veces al límite de las prestaciones de motores y fuselaje. Por eso la lengua inglesa tiene el verbo to Redline y la forma acuñada redlining, con el sentido de llevar las prestaciones de un avión más allá de sus límites técnicos. Este significado se ha extendido también, por analogía, a otras máquinas y los automóviles. Los cuentarrevoluciones de los coches o los indicadores de velocidad llevan esta línea roja.
El concepto de redlining como estrategia de discriminación indirecta de determinados grupos de población se originó en los años sesenta a partir de la práctica de algunas compañías de seguros que trazaban líneas rojas en los planos de las ciudades alrededor de los barrios considerados de alto riesgo (insurance redlining). En los años setenta, esta práctica se extendió a la concesión de créditos hipotecarios, de modo que, al margen de la solvencia individual, los bancos denegaban los créditos en determinadas zonas (bank redlining). Este uso se ha generalizado y la expresión se aplica actualmente en las diferentes estrategias y políticas de discriminación indirecta basadas en criterios de exclusión geográfica, por ejemplo mediante el filtrado de los códigos postales. En todas las variantes se mantiene la imagen de una línea o zona de exclusión.
No sé, sinceramente cuando nuestros políticos, también llamados prohombres de la Patria hablan de traspasar la línea roja, a qué supuesto de los tres que he explicado se refieren, aunque me temo que tampoco lo saben y les da igual. De hecho, ellos, nuestros políticos, cuando a menudo dicen aquello tan rimbombante de que todo lo hacen por su País, siempre me hacen dudar de a qué país se refieren, si a Cataluña, Andorra, Islas Caimán o las Maldivas.
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