Confieso que me gusta trabajar con el ordenador y como música de fondo tener puesta una retransmisión de tenis de las que menudean en los canales de deportes de televisión. El sonido flojo y de vez en cuando, hago una parada y miro como va el juego. En los intervalos o tiempos muertos el cámara va haciendo primeros planos del público que el realizador muestra según su criterio, y los enfocados salen en las grandes pantallas que hay en las pistas. Y es curioso observar las caras de la gente cuando se ven a ellos mismos. Pocos, muy pocos superan la prueba de la naturalidad, y aquí empieza una curiosa manera de reaccionar ante la repentina pérdida de intimidad. Los hay que sin ningún pudor se señalan ellos mismos (suelen ser niños). Los hay que disimulan pero miran de reojo, y claro, se ve. Algunos (pocos) se enfrentan a ellos mismos sin parpadear, otros muestran una sonrisa nerviosa, algunos como una chica hoy, que ha cerrado la boca al verse, para continuar masticando el chicle. Otros (los menos) simplemente siguen pendientes del juego sin dar (aparentemente) ninguna importancia a la proyección de su imagen en las enormes pantallas de la pista. También se pueden encontrar sonrisas nerviosos, repentinas ganas de charlar con el de al lado, y siempre enganchan algún que anda dormisqueando.
Curiosas las personas humanas, debe ser porque al ser de los pocos animales que es capaz de reconocerse ante un espejo, al verse en primer plano se inquieta, quizás porque no somos tan exhibicionistas como nos pensamos y también bastante vergonzosos. Sólo los niños reaccionan con normalidad, posiblemente porque aún no han sido suficientemente mal educados para reaccionar de manera a menudo ridícula ante la simple proyección de la propia imagen, aspecto que debería parecernos completamente natural dado la proyectamos constantemente hacia los demás.

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