del blog de Santiago Niño Becerra - Lunes, 28 de Enero

"Voy a intentar ser muy, muy breve, y muy, muy claro, porque hoy más que nunca quiero que se entienda muy, muy bien, tanto lo que estoy diciendo como lo que quiero decir.
En España hay hoy 6 millones de personas desempleadas, mientras que en la cúspide del ‘España va bien’ había 1,7 millones. Dejemos a un lado el subempleo y la economía sumergida  porque la hubo ayer y la hay hoy. Ambas cifras lo que indican es que hoy hay en España 4,3 millones de personas que pueden trabajar pero que no son necesarias; lo fueron, pero ya no lo son.
Entre 1995 y el 2007 se trajeron a España más de cinco millones de personas para construir pisos, servir en restaurantes, hacer camas en hoteles, limpiar en domicilios particulares y realizar otras tareas que posibilitaron, junto a los ríos de dinero que a España llegaron desde el resto del mundo, que España fuese bien. 31 de Diciembre del 2006: tasa de paro 8,3%; mismo día y mes del 2012: tasa de paro 26,06%. 17,7 puntos de empleo se han ido, y no van a volver: no-van-a-volver, porque lo que posibilitó que fuesen: aquel modelo, se ha ido para no volver.
Medidas. Si lo que se quiere es reducir la tasa de paro, puede realizarse un ‘cambio metodológico’ como en el 2001 y, también, modificar la definición de ocupado. Pero si lo que se busca es reducir el número de desempleados tiene que vincularse ‘permiso de residencia’ con ‘contrato de trabajo’ e invitar a que se vayan a quienes ya no son necesarios. En plena Europa Andorra tiene instaurada desde hace muchos años esa sistemática, y nadie ha acusado nunca a Andorra de ser un Estado fascista.
¿Repartir el tiempo de trabajo?. Ya se probó, en Francia, y en términos generales no funciona porque entonces la productividad baja, con lo que desciende la competitividad. Es al revés: el camino pasa por potenciar la inversión a fin de aumentar la productividad, y tener una plantilla muy reducida formada por trabajadores que sean unos megacracs en lo suyo (sea lo que sea ‘lo suyo’, pero megacracs). ¿Quiere esto decir que el desempleo aumentará?, sí, pero en la forma de paro estructural.
Habrá tareas en las que, por sus especiales características, podrá dividirse el tiempo de trabajo, tareas de reducido valor añadido y muy intensivas en factor trabajo, tareas necesarias, evidentemente. Bien que se divida el tiempo de trabajo, pero, entonces, también tendrá  que dividirse la remuneración por empleado, lo que creará masas ingentes de trabajadores pobres: los woorking poor, sobre ellos, en USA, desde hace tiempo saben bastante.
Otra cosa que tiene que empezar a ser abordada: las zonas. Cierto, hoy la tasa de paro en España es del 26%, pero mientras hay zonas de Andalucía en las que llega al 40%, en áreas de Euskadi no llega al 3%. ¿Qué quiere decir esto?, pues que hay que potenciar a las zonas que tienen posibilidades reales y diseñar soluciones personalizadas y a medida para aquellas que no las tienen.
Un apunte sobre la Reforma Laboral del Gobierno: me reafirmo en lo que ya he dicho: pienso que la RL fue una herramienta diseñada especialmente: a medida, para que las grandes empresas pudieran reducir de forma muy rápida y muy barata a los excedentes de factor trabajo que ya tenían y que más iban a tener. Pienso que sin esa RL la tasa de paro sería muy parecida, sólo que a las grandes empresas les hubiese salido mucho más caro. Y no, ni remotamente se ocurrió a los diseñadores de la RL que esta pudiera servir para ‘fomentar el empleo’, básicamente porque no se puede crear empleo por ley.
España es un invento jurídico compuesto por zonas que estructuralmente no tienen nada que ver una con la otra, un invento jurídico que ha crecido como ha crecido porque no podía crecer de otra manera; luego lo que hizo lo hizo bien partiendo de la base de que el objetivo era crecer. Fue un camino, que se ha acabado, y que no va a volver, nunca: jamás. Luego toca ir en otra dirección.
Es lo que hay."

Y lo que más me jode, es que tiene razón, aunque olvida un poco cínicamente, que todos estos inmigrantes que ahora sobran, en la época en que pensábamos que éramos ricos, hacían los trabajos que los de aquí no querían hacer y bastante que los queríamos entonces, - ¿quien ha cuidado de los ancianos sino los inmigrantes?- aunque ya se veía venir que cuando todo se fuera al traste serían los primeros en recibir. En este fracaso colectivo hemos perdido muchas cosas y, entre ellas, la dignidad y la decencia.