Me contaba un buen amigo que me encontré el otro día, una historia sencilla pero bonita.
Hace un par de años venía con el coche de Centelles, cuando tras detenerme en Sant Quirze de Safaja, al continuar hacia Sant Feliu de Codines, se encontró en medio de la carretera a una pareja a pie con tres maletas y una lluvia persistente de aquella que te deja calado hasta los huesos. Se detuvo mi amigo y se ofreció llevarlos. Ellos le dijeron "no hace Falta vamos aquí mismo" ¿A Donde van? preguntó mi amigo "a Sabadell - le contestaron - nos han dicho donde trabajábamos que está ahí al ladito" - De donde estaban hasta Sabadell había mas de 30 kilómetros -
Mi amigo les recogió a ellos y maletas y los dejó en la parada de autobuses del Sagalés en Caldes de Montbui, cerciorándose antes de que llevaban dinero. Continuaba mi amigo con la narración de los hechos, que por casualidades de la vida Toño que así se llamaba él, y su mujer fueron a vivir muy cerca de su casa y se los encontraba a menudo. Le aconsejó - no tenían los papeles - que se buscara trabajo por cuidar de personas mayores y en posteriores encuentros Toño le comentó que habían encontrado trabajo los dos y que las cosas les iban relativamente bien, pués tenían los tres hijos en Colombia y aún no los podían traer aquí, al no tener los papeles arreglados.
Una mañana de un sábado iba mi amigo por la orilla del Ripoll con su bicicleta cuando se encontró a Toño andando para bajar un poco el exceso de peso. Se detuvo, pués hacía tiempo que no se veían y, charlando, en Toño le explicó que ya tenían los papeles en regla y que su hijo mayor dentro de un mes ya vendría y que esperaban cuando fuera posible, seguramente el próximo verano ir a buscar a los otros más pequeños. Se separaron ambos, y mi amigo al arrancar pedaleaba con fuerza mientras una ligera sonrisa se dibujaba en sus labios. Por unos instantes, mi amigo se sentía feliz.
Este escrito es de Noviembre de 2011, y obviamente el amigo que me contó la historia no existe, era yo mismo quien la vivió cuatro años antes.
Hace poco más de un mes me encontré Toño por la calle, estuvimos charlando y me dijo que se volvian a su país, ninguno de los dos tenía trabajo y como había conseguido ahorrar un poco en los buenos tiempos tenía más porvenir en Colombia que no aquí. Muchos más han marchado del país como Toño y su mujer e hijos y, más que se irán, no será necesario que les invitamos a marchar como sugiere Niño Becerra.
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