Es casi al final de 1984 cuando Winston se rinde al gran hermano, cuando le han convencido o se ha auto convencido o le han obligado a creer que ama al gran hermano, en definitiva cuando Winston abandona toda crítica al sistema y tira la toalla. Y, lo que me preocupa, es que cada vez hay en nuestra sociedad más Winston.
"La voz de la telepantalla todavía estaba vertiendo información sobre prisioneros, botines, matanzas, pero el griterío exterior se había reducido un poco. Los camareros habían vuelto al trabajo. Uno de ellos se acercó a él con una botella de ginebra. Winston, sentado en medio de un sueño de bienaventuranza, ni se fijó, que le estaban llenando de nuevo el vaso. Ya no corría ni gritaba entusiasmado. Había vuelto al Ministerio del Amor, se lo habían perdonado todo y ahora tenía el alma blanca como la nieve. Estaba en el banquillo de los acusados, lo confesaba todo y implicaba todos. Más tarde estaba caminando por un corredor revestido de ladrillo blanco, tenía la sensación de caminar bajo los rayos del sol, con un guardia armado detrás suyo. La bala tanto tiempo esperada le entraba por el cerebro.
Levantó la mirada hacia aquel rostro enorme. Le había costado cuarenta años aprender qué tipo de sonrisa se escondía detrás del bigote oscuro. Qué malentendido tan cruel e innecesario!. Qué exilio tan terco como obstinado, lejos del pecho amoroso!. Dos lágrimas perfumadas de ginebra se deslizaron a ambos lados de la nariz. Pero ahora ya estaba todo bien, todo era correcto, la lucha había terminado. Había obtenido la victoria sobre sí mismo. Amaba el Gran Hermano ". George Orwell, 1984
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