Las gotas de lluvia, chocan temblorosas contra el cristal de la ventana, dejo de escribir y las observo. Aburrido como estoy, por un momento han llamado mi atención. Me levanto y me acerco, el cristal más que atraerlas les ha hecho de parachoques. Después de un instante en que, quietas, se quedan en suspensión, se deslizan cristal abajo, dejando un rastro de puntos diminutos.
Lo hacen poco a poco, ahora a la derecha, ahora recto, ahora a la izquierda, las irregularidades del vidrio les marcan el camino a seguir. Al llegar abajo de todo, chocan contra la superficie del marco de la ventana, donde se deshacen como las olas perdidas de un mar de bolsillo en una playa inverosímil. Sin saberlo, las gotas de lluvia terminan su vacilante y corto viaje, ignorantes e ignoradas, víctimas inocentes de la ley de la gravedad.
Hoy pero, algunas de ellas no han estado del todo solas, pues a lo largo de su periplo yo, el aburrido, las he observado.
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