1. Escribir no es normal. Lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima.
2. La literatura se parece mucho a las peleas de los samuráis, pero un samurái no pelea contra otro samurái; pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, que va a ser derrotado. Tiene el valor sabiendo previamente que va a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura.
3. Ser escritor no es agradable. No, agradable no es la palabra. Es una actividad que no carece de momentos muy divertidos, pero conozco otras actividades aun más divertidas.
4. Ser atracador de bancos, por ejemplo. O director de cine. O gigoló. O ser niño otra vez y jugar en un equipo de fútbol más o menos apocalíptico. Desafortunadamente el niño crece, al atracador lo matan, el director se queda sin dinero y el gigoló enferma, y entonces ya no te queda más alternativa que escribir.
5. Yo decidí ponerme a escribir a los 16 en México, y además en un instante de ruptura total, con la familia, con todo, como se hacen estas cosas.
6. Siempre quise ser un escritor político, de izquierda, claro está, pero los escritores políticos de izquierda me parecían infames.
7. Si hubiera podido escoger, probablemente ahora sería un caballero rural belga, de salud de hierro, solterón, asiduo a burdeles de Bruselas, lector de novelas policiales, y que derrocharía, con sentido común una riqueza acumulada durante generaciones.
8. Pero soy chileno, de clase media baja y vida bastante nómada, y probablemente lo único que podía hacer era convertirme en escritor, acceder como escritor y sobre todo como lector a una riqueza imaginaria, ingresar como escritor y como lector en una orden de caballería que creía llena de jóvenes, digamos, temerarios, y en la que finalmente, ahora, a los 48 años, me encuentro solo.
9. En Latinoamérica se piensa en los escritores como elementos subversivos o maricones, drogadictos y mentirosos. En el fondo, probablemente sea eso lo que somos.
1o. Chile es un país en donde ser escritor y ser cursi es casi lo mismo.
11. A un aspirante a escritor le daría el consejo que nos dábamos los jóvenes infrarrealistas en México. Cuando teníamos 20, 21 años, teníamos un grupo poético, y éramos jóvenes, maleducados y valientes. Nos decíamos: vivir mucho, leer mucho y follar mucho.
12. El humor es algo parecido a la felicidad, a la revolución y al amor.
13. En el fondo, la parodia, sólo disfraza el deseo enorme de ponerse a llorar.
14. Cuando yo me burlo de algunos escritores, lo que hago es lo que Enrique Lihn llama bromas liceanas. En México se llama, peyorativamente, chingaqueditos. En Cataluña se les llamaría putetas. Es algo que voy a mantener toda mi vida. A mi me gusta hacer putaditas en la literatura, en un sentido rabelesiano.
15. Yo no me siento el mejor narrador chileno, ni siquiera me preocupa eso. A mi lo único que me interesa en el momento de escribir es hacerlo con una mínima decencia, que no me avegüence al cano de un tiempo de lo que he escrito, no lanzar palabras al vacío.
16. Mario Santiago fue mi mejor amigo, mi mejor amigo lejos. Era un ser rarísimo. En realidad parecía haber bajado de un ovni hacía un par de días. Era un lector empedernido y tenía cosas tan extrañas como meterse a la ducha y seguir leyendo. Y lo peor es que lo que leía eran mis libros.
17. “Soliloquio del Individuo” de Parra, marca un antes y un después en la poesía en lengua española. A partir de ese momento hay un quebre sin vuelta atrás.
18. No tengo claro hasta qué punto Enrique Lihn es reconocido en Chile. Lo que sí tengo clarísimo es que Lihn es un poeta mayor del siglo veinte en nuestra lengua.
19. Gabriela Mistral era una extraterrestre y por lo tanto no tenía ni nuestras necesidades ni nuestros deseos (y añadiría que tampoco tenía un talento literario como el que se le atribuye con una soltura de cuerpo espantosa). Era una simple extraterrestre extraviada en Chile, en Latinoamérica, que no podía comunicarse con su nave nodriza para que la fueran a rescatar.
20. Yo les recomendaría a los escritores chilenos dejar de escribir durante un año y ponerse a leer a Parra desde el principio, es decir, desde los Poemas y antipoemas hasta los Discursos. Hay que leer a Parra con voracidad y con inteligencia. Y también hay que leer a Gonzalo Rojas, a Uribe Arce, a los poetas que hablan y que nadie escucha. Yo creo que algo se aprendería. Probablemente mucho más de lo que uno cree.
21. Nunca hay demasiados libros. Hay libros malos, malísimos, peores, etcétera, pero nunca demasiados.
22. Lo brutal siempre es la muerte. Ahora y hace años y dentro de unos años: lo brutal siempre es la muerte.
23. Asesino o detective: no hay otra elección para un hombre.
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