Creéis que un ministro, un hombres distinguido, tiene tal o cual principio, y lo creéis porque se lo habeís oido decir. Por consiguiente, os absteneis de pedirle tal o cual cosa que le pondría en contradicción con su máxima favorita. Pronto sabréis que habéis sido engañados, y le veis hacer cosas que os prueban que un ministro no tiene principios, sino únicamente el hábito, el tic de decir tal o cual cosa. Sebastián Nicolás Roch - CHAMFORT
SuperPedro contra el Dr. Fango
-
Si el debate sobre el fango informativo que contamina nuestro sistema
político lo hubiera planteado el Defensor del Pueblo o el papa de Roma,
nadie les hab...
Hace 30 minutos
0 Comentarios