Creéis que un ministro, un hombres distinguido, tiene tal o cual principio, y lo creéis porque se lo habeís oido decir. Por consiguiente, os absteneis de pedirle tal o cual cosa que le pondría en contradicción con su máxima favorita. Pronto sabréis que habéis sido engañados, y le veis hacer cosas que os prueban que un ministro no tiene principios, sino únicamente el hábito, el tic de decir tal o cual cosa. Sebastián Nicolás Roch - CHAMFORT
Dirección única. Abluciones
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"Y para ver hay que elevar el cuerpo,
la vida entera entrando en la mirada"
Claudio Rodríguez, poema *Hacia la luz*.
El hombre abre l...
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