Tanto que me gusta hacer fotos de paisajes o de la naturaleza en general, en cambio, detesto (de hecho tengo muy pocas) que me hagan fotos o hacer yo a los demás, a menos que sean desconocidos que me pueden interesar desde punto de vista puramente artístico. Siempre que me veo en una foto pienso que tiene el problema de que por un lado es provisional, pero por el otro perdurará en el tiempo, por lo tanto no deja de ser una imprudencia o una ligereza dejarse retratar, pues la visión posterior francamente suele ser deprimente.   

Recuerdo haber hecho una foto a una niña a Ourika (Marruecos) y la guía me dijo que no se podían hacer fotos a la gente sin su permiso, pues les robabas el alma, no sé si se quedó conmigo o es cierto. De hecho, si alguna vez hago una fotografía a alguna persona que me interesa como la del señor de la foto de arriba, siempre pido permiso, posiblemente influenciado por el caso de Ourika, o, simplemente porque entiendo que al retratar a una persona es cierto que le robas su intimidad del momento, del instante. Ya expliqué hace tiempo, que no me gustaban las viejas fotografías, y sigo pensando lo mismo