Lo que más sorprende, es que se sorprendan los que no deberían sorprenderse; ya se hace tiempo que me espian, y lo sé porque a diferencia de ellos no soy idiota, o un falso idiota. Compulsivamente lo graban todo, piensan que lo controlan todo, y en su inconsistencia los otros se la meten doblada cada vez que quieren. Pretenden controlarlo todo, saberlo todo, y no saben ni controlan nada. Son el estrato más bajo de la inteligencia, la idiotez en estado puro. Se supone que nos espían, y saben, de hecho, sólo lo que queremos que sepan. 

En el fondo , son unos parásitos inoperantes y si no fuera porque ahora les ha dado por los drones - a los inútiles - les dicen, o se hacen decir: servicios de inteligencia, lo cual - por cierto - no deja de ser un oxímoron, pues la inteligencia suele brillar por su ausencia, aunque si es cierto que consiguen hacer daño, y asesinar impunemente a gente inocente con la cosa aquella de los daños colaterales. 

Esta chusma contemplada por Orwell o Huxley, inocentes ambos, que les daban un rango, un estatus superior,  no son más que burócratas mindundis aprendices de nada. Más que escribir bomba para que te detecten, es más lógico escribir: caca, culo, pedo, pis, o pata, peta, pita, pota, pelota, se adecua más a su nivel paranoico infantiloide.