La burocracia tiene sus ques y sus comos, sus particularidades, únicas e indisolubles, inasequibles al desaliento. Hace años, trabajaba en una empresa del Barrio de Gracia, en la calle de Vilafranca en Barcelona, que estaba ubicada en lo que debía ser un parking que no se llegó a utilizar nunca como tal. Tenía el permiso de apertura del ayuntamiento de BCN, pero como había cambiado la ley y a partir del año siguiente de conseguirlo había una nueva normativa y los locales como aquel no se podían utilizar como lugar de trabajo para empresas, sino por lo que había sido hecho, o sea aparcamiento, la Empresa tenía problemas con el ente municipal.

Faltaba sin embargo, un papel del ayuntamiento que hacía tres años se había presentado y que ratificaba la fecha real en que se había solicitado este permiso y que era muy importante para hacer las alegaciones correspondientes en el ayuntamiento y seguir operando en el lugar mencionado.

No había manera de conseguir encontrar dónde carajo estaba ese papel, y finalmente a base de influencias (untando al egipcio de turno) con el asesor fiscal de la Empresa encontramos una pista de dónde podía estar este documento en el ayuntamiento de Barcelona (esto era más o menos el año de 1976/77). Tras pasar por varios despachos y pasillos, llegamos a un despacho de unos cien metros cuadrados donde había varias mesas con sus funcionarios más o menos trabajando. Allí una funcionaría muy agradable y ya veterana a la que nos dirigimos, nos indicó que el documento que buscábamos tenía que estar en la mesa de Mateo.

¡Ay! ay Mateo, el pobre hacía tres años que estaba de baja por depresión (ya en aquella época los funcionarios se deprimían, se ve), su mesa (de madera de aquellas de 'la oficina Siniestra' estaba llena de pilas de documentos llenos de polvo, y uno de ellos tenía que ser el nuestro. Como no habían enviado a nadie para sustituirlo, la mesa estaba allí tal y como el estresado de Mateu lo había dejado. Si no fuera porque todavía tenian que filmar la pelicúla, me sentía Indiana Jones en busca del Arca perdida, no había telarañas pero casi y más polvo que el desierto de Mojave o el cerebro de Ana Botella. Era tarea difícil encontrar el documento que necesitábamos, hasta que un funcionario nos dijo que él tenía diez mil razones para saber dónde estaba nuestro documento, todo era cuestión de saber revolver en la mesa de Mateo. Al cabo de una semana teníamos el documento y mi jefe diez mil pelas menos en el bolsillo.

Se lo explicaba ayer a un conocido al que todavía no han devuelto el dinero de la renta del año 2011, hasta que al ir a reclamar a Hacienda, se ve que la funcionaria le dijo que se había olvidado de su caso y que en quince días ya habría cobrado. Tardó dos meses, pero acabó cobrando.