Cuando se publique esta historia, Aliaa Elmahdi habrá borrado sus huellas y vivirá en un lugar que desconocemos. Luego continuará su huida, temiendo el día en el que algún hombre de su país encuentre su rastro y se presente ante ella para llevársela. La egipcia Aliaa Magda Elmahdi, de 22 años, es desde hace dos una perseguida porque tomó una foto con el disparador automático de su cámara digital y la colgó en Internet. En esa foto solo llevaba medias y zapatos. La foto hizo de Aliaa un icono de la primavera árabe. Millones de personas vieron la imagen en los primeros días de su publicación. Durante un par de semanas, Aliaa se convirtió en una estrella. Concedió una entrevista a la CNN. Luego llegaron las amenazas de muerte.

Hay quienes dicen que Aliaa se burló de las leyes del islam, que es una vergüenza para Egipto, una puta. Musulmanes de todo el mundo le mandaron amenazas de muerte. Un islamista radical intentó que le fuera retirada la ciudadanía egipcia. Para otra mucha gente, Aliaa es desde aquel momento una heroína. Huyó del país y se escondió. Aliaa vivía últimamente en un pueblo sueco al que se llega tras una hora de coche por el bosque. Es un lugar en el que raras veces paran extraños. El encuentro es un café. Aliaa creció en El Cairo, en Heliopolis, un barrio bien. Sus padres, cuenta, no eran especialmente religiosos y no la llevaban a la mezquita. La madre era contable. El padre, un oficial del Ejército egipcio que la pegaba desde que tiene memoria. En ocasiones porque le contradecía o porque llevaba el cabello al descubierto, y a veces, porque sí. Después de las clases en una escuela privada la encerraban en casa: fuera podía perder su virginidad. Se la mantenía como a un costoso cordero que, llegado el día, se subastaría al mejor postor.

Sus padres le explicaban que una mujer decente no podía posar para fotos, no podía llevar flores en el cabello, no mostraba el pelo de sus piernas, no usaba vestidos ajustados ni se pintaba los labios. A los 13 años Aliaa decidió que no podía haber un dios. Aprendió a mentir y a falsear su plan de horario escolar para conquistar algún momento de libertad. Cuenta que le fue fácil perder la virginidad.

Después de la escuela, Aliaa obtuvo una plaza para estudiar Arte en la Universidad Americana de El Cairo. Sus padres acudían todos los días a recogerla. Cuando la madre quiso comprobar si conservaba el himen, Aliaa cogió un cuchillo de cocina y dijo que se marchaba de casa. El padre cambió las cerraduras de las puertas para encerrarla.

Aliaa dice que no podía respirar en casa. Era como si el oxígeno no le llegara a los pulmones. En cierta ocasión, estando sola en la vivienda, colocó su cámara sobre un montón de cosas, se pintó los labios de rojo y se desnudó. Se puso un par de medias y una flor en el pelo. Se fotografió en diversas poses. Hizo las fotos para sí misma, dice hoy, como una forma de protesta callada contra sus padres. Después se olvidó de ellas.

Pocas semanas después, Aliaa se marchó del aula durante la clase. Llevaba una mochila en la que por la mañana había metido algunas prendas. Tomó el autobús al centro de El Cairo. Sabía que nunca volvería con sus padres. Había demostrado que no se dejaría tratar como un animal. Se instaló en casa de una amiga, después se fue a vivir con un hombre. Tenía 19 años y se sentía libre.

Era el año 2011. En Egipto, la población se levantó y se rebeló contra el dictador. Aliaa estuvo un par de veces en la plaza de Tahrir. Vivió su liberación personal en paralelo a la liberación de su país, y tuvo que sentir que una y otra tenían mucho que ver. Ahí reside el germen de su desgracia. En octubre de 2011 descargó las fotos de su cámara digital en su portátil. Encontró las que se había tomado desnuda, escogió la más bella y la subió a Facebook.

Facebook prohíbe fotos como las de Aliaa. Es evidente que el desnudo también es tabú en ciertos lugares de Occidente. Los administradores borraron la foto horas después de que la hubiera subido. Pero Aliaa no quería que nadie volviera a prohibirle nada nunca más, y la incluyó en su blog, donde todos podían verla.

Las guerras y revoluciones como las de Egipto requieren símbolos: fotos como la del miliciano que cae durante la guerra civil española, la de la niña vietnamita que huye del napalm o la del muchacho del gueto de Varsovia que levanta el brazo. Esas fotos simplifican el mundo. Reducen la política a los sentimientos: miedo, horror, esperanza.

¿Pero quién se acuerda del nombre de la niña vietnamita? A los iconos les ocurre que son más grandes que el destino de un individuo. Y todos tienen algo en común: muestran víctimas.

La foto de Aliaa actuó como una prueba en contra de esto. Ella no era una víctima. Se diferenciaba de la niña de Vietnam o del soldado caído en que era ella misma quien la había tomado y publicado. Aliaa experimentó cómo la foto, que fue publicada en multitud de medios de comunicación occidentales, se hacía cada vez más grande.

Ella disfrutaba de la atención, dice, pero a través de Facebook recibió mensajes de hombres que anunciaban que iban a matarla. Las amenazas la inquietaban, pero en cualquier caso fue una época intensa. Cuando, pocas semanas después de publicar las fotos, desapareció su gato, no sospechó qué significaba aquello. Un hombre la llamó por teléfono y le dijo que había encontrado al animal. Fue a buscarlo sola. El hombre la esperaba con un amigo. Cerró la puerta de la vivienda e intentó arrancarle la ropa, diciendo que se lo había ganado porque había publicado en Internet una foto desnuda. Como Aliaa se defendió, le robaron el monedero y el móvil. Por la mañana la dejaron marchar.

Después de aquella noche, Aliaa intuyó que la foto podía destruir su vida si se quedaba en Egipto. Diez días después cogió un avión y huyó a Suecia. Era marzo de 2012. Después de su huida, Aliaa solicitó asilo político en Suecia y durante medio año apenas salió de casa. Corrió las cortinas, y cada vez que oía un ruido alto temía que fueran sus perseguidores. Detrás de las cortinas pensaba qué iba a ser de ella. Ya no tenía familia, ni trabajo, ni patria a la que regresar. No tenía amigos en Suecia. Su vida estaba en ruinas.

Habría sido comprensible que Aliaa hubiera cambiado su nombre e intentado dejar atrás el pasado. Optó por lo contrario. Buscó una organización a la que afiliarse y la encontró en Femen, grupo fundado en Ucrania que lucha contra la religión y por la igualdad de derechos de las mujeres. Las mujeres de Femen se dieron a conocer por desnudarse durante actos públicos. Buscan construir iconos en serie.

Aliaa se manifestó desnuda con mujeres de Femen por los derechos de los homosexuales rusos. Otra vez se coló disfrazada con un burka en una mezquita de Estocolmo, se desnudó y se manifestó en contra de la sharía. En otra ocasión, las activistas de Femen quemaron una bandera con consignas islámicas. “No respeto en absoluto a las religiones cuando son hostiles a la mujer”, afirma Aliaa. - un reportaje de Takis Würger - Estocolmo.