El bebé, que era de los que se portan bién por principio, estaba quieto, con los ojos muy abiertos y los puños cerrados como la mayoría de bebés. La señora que estaba de visita, lo venía comprobando desde hacía un rato largo, finalmente comentó filosóficamente: 

- Pobres criaturas! Deben aburrirse mucho. 

Un aforismo de Joan Fuster.