"Os han dicho que firmareis en el Corte Inglés de 12 a 1, e incluso los diarios lo llevan, pero es verdad.
Para la ocasión, os ponéis el traje de escritor que firma libros (ya sabéis lo que quiero decir: americana cheviot y pantalones de franela) y os plantáis en el lugar señalado llevando en el infierno de la americana el mejor bolígrafo chapado de oro que tengáis.
En el vestíbulo de los grandes almacenes, sobre una mesa larga, hay tres montones de libros, los de en Serrallach, los de Gonzalo Durpín, y los vuestros; y a veces, en la pared, los retratos.
Con Serrallach os conocéis de toda la vida y os saludáis cordialmente. A Durpín nadie os lo presenta.
Si la organización es eficiente, los altavoces proclamaran vuestra presencia y dirán que estáis dispuesto a firmar incansablemente vuestros libros, respectivamente. Si es muy eficiente, incluso es posible que no se equivoca el nombre ni os atribuyan el libro del desconocido y aislado Durpín.
Todavía no habéis tenido tiempo de sentaros detrás de la mesa, con la pila de sus libros delante, cuando os dais cuenta que Serrallach ha desaparecido y que en su lugar hay una piña de gente extrañamente exaltada que quiere su firma.
Durpín si que está. Sol y aislado, ante el montoncito de sus libros. Su montón de libros permanece intacto ....

La cosa ha comenzado a las doce, y cuando le parece que ya debe ser la una sólo es y cuarto.
Entonces, de repente, ves una cara conocida. Un sobrino! Una prima!
Si os viene a comprar un libro y solicita la firma, más tarde al volver a casa, comentará: "¡Ay no sé! Me ha hecho un papelón, el tío (o el primo). Como si no me conociera. Y es que debe hacer todo lo posible para hacer creer al desolado Durpín que quien pide el autógrafo lo veis por primera vez ...

Serrallach, exhausto pide compasión, todo rojo, sonriendo a sus admiradores, y, haciendo una pequeña pausa, se toma un café.
El desconocido Durpín se levanta y se va. No lo vereis nunca más. Quizás no escribirá nunca más ningún libro. Quizás se hará fraile trapense. O se suicidará ....

Volvéis a quedaros solo. Consultáis el reloj y os dan ganas de fingir un desmayo o un ataque al corazón para conseguir reunir un grupo de curiosos alrededor vuestro, y a las 12:45 os despedís de en Serrallach, abriéndoos paso difícilmente entre las masas, pretextando que a la una debéis estar en otra librería, de donde han llamado que ya había cola y la gente se impacientaba."

Extracto del "Manual del perfecto escritor mediocre" de Ramón Folch i Camarasa, ganador del Premio Pere Quart de humor y sátira de 1991.