En casa (sólo yo) se mantiene la costumbre de beber en porrón, no me pregunteis por qué, simplemente es una costumbre heredada de mi padre que he mantenido, él ya no bebe, más que nada por cuestiones de seguridad de la mesa o el mantel, y ahora le ha dado por hacer algo que parece, de hecho, es un dicho, pone agua al vino en un vaso. 
Pero en mi caso, hay una excepción, a la hora del desayuno, tanto si lo hago en casa como si salgo con la bici, bebo Coca-Cola. No sé por qué, dado no la pruebo el resto del día (soy de San Miguel), pero a la hora del desayuno me apetece la coca cola, me da la sensación de que me refresca, que me limpia por dentro (aunque que no sea así), y la verdad que si me paro a desayunar por Matadepera o Castellar del Vallés cuando salgo con la bici, bien fresca, me sienta muy bien. No se me pasa por la cabeza poner vino en el bidón de la bicicleta, cava sí que he puesto alguna vez y es muy bueno. 

Esto no quiere decir que no acabe de entender porque el Foro Impulsa de Girona celebrado esta semana entre los jóvenes asistentes no estuviera permitido servirles allí vino, según se quejaba el pequeño de los hermanos Roca, y si en cambio, mucha bebida gaseosa negra como decía él. Y es cierto lo que remachaba: el vino no es alcohol, es cultura, el vino es fundamental dentro de la cultura y los hábitos alimentarios. Todo el mundo sabe que la dieta mediterránea es una de las más sanas del mundo y el vino, como componente de la misma, juega un papel muy importante. Este elemento, además, juega otro papel cardiosaludable en el que está ampliamente demostrado sus efectos beneficiosos en el cuerpo humano a medio y largo plazo, un vaso de vino es siempre bien recibido, dicen los entendidos, y yo estoy de acuerdo, pero para desayunar a mí que me dejen la Coca-Cola. La chispa de la vida.