De hecho, todo lo que hay de moderno en nuestra vida se lo debemos a los griegos. Todo lo que constituye un anacronismo, se lo debemos al mediavalismo. Son los griegos quienes nos han dado todo el sistema de la crítica del arte, y puede advertirse la finura de su instinto crítico en que el material criticado por ellos con más cuidado fue el idioma. Porque el material usado por el pintor o el escultor es exiguo comparado con el de las palabras. Las palabras no solo tienen una música tan dulce como la del violoncelo o el laúd, un color tan rico y vívido como el que hace bellas a nuestros ojos las telas de los venecianos o de los españoles, y una forma plástica no menos segura y cierta que la que se revela en el mármol o en el bronce, sino que les pertenecen el pensamiento, la pasion y la espiritualidad, y en realidad les pertenecen exclusivamente.
Aunque no hubiesen criticado más que el idioma, los griegos serian de todos modos los críticos de arte más grandes del mundo. Por ello, nada seria más fácil que clasificar al crítico corriente entre los delincuentes comunes.  ÓSCAR WILDE
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