¿Por qué Dios es tan incoloro, tan débil, tan mediocremente pintoresco? ¿Por qué carece de interés, de vigor y de actualidad y se nos parece tan poco? ¿Existe una imagen menos antropomórfica y más gratuitamente lejana? ¿Cómo hemos podido proyectar sobre él resplandores tan pálidos y fuerzas tan claudicantes? ¿A dónde han fluido nuestras energías, en dónde se han vertido nuestros deseos? ¿Quién ha absorbido entonces nuestro superávit de insolencia vital? ¿Nos volveremos hacia el Diablo? Pero no sabríamos dirigirle oraciones: adorarle sería rezar introspectivamente, rezarnos a nosotros.
No se ora a la evidencia: lo
exacto
no
es objeto de culto. Hemos colocado en nuestro doble todos nuestros atributos y, para
realzarle con un semblante de solemnidad,
le hemos vestido de negro: nuestras vidas
y nuestras virtudes, de luto. Dotándole de
maldad y de perseverancia, nuestras
cualidades dominantes, nos hemos agotado para volverle tan vivo como sea posible;
nuestras fuerzas se han consumido en forjar su imagen, en hacerla de arcilla,
saltarina, inteligente, irónica y, sobre todo, mezquina. Las reservas de energías con las
que contábamos para forjar a Dios se reducían a nada. Entonces recurrimos a la
imaginación y a la poca sangre que nos quedaba: Dios no podía ser sino el fruto de
nuestra anemia: una imagen tambaleante y raquítica.
Es bueno, suave, sublime, justo.
Pero, ¿quién se reconoce en esa mezcla fragante de agua de rosas relegada en la
trascendencia? Un ser sin doblez carece
de profundidad y de
misterio; no esconde
nada. Sólo la impureza es signo de realidad, y si los santos no
carecen completamente
de interés, es que su sublimidad se mezcla con la novela y su eternidad se presta a la
biografía; sus
vidas
indican que han abandonado el mundo por un
género
susceptible
de cautivarnos de vez en cuando...
Porque rebosa vida, el Diablo no tiene ningún altar: el hombre se reconoce
demasiado en él para adorarle; le detesta a sabiendas;
se
repudia y cultiva los atributos indigentes de Dios. Pero el Diablo no se queja y no aspira a fundar una
religión: ¿no estamos nosotros aquí para precaverle de la inanición y el olvido? - E.M.CIORAN
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