"No tenemos los medios humanos para seguirlos a todos. Hace lustros que lo decimos", admitió un comisario parisino. El propio primer ministro, Manuel Valls, calculó el pasado enero que en Francia había 3.000 personas bajo vigilancia por su relación con redes terroristas y yihadistas. Este caso, como antes el de Mohamed Merah, los hermanos Kouachi y el de Amedy Coulibaly, ha reabierto el debate sobre las medidas más adecuadas para afrontar un terrorismo de nueva raíz.
No entienden, o no quieren entender, que no hay nada que hacer, que no se puede controlar a los soldados invisibles. Estos soldados invisibles no se si ya se han dado cuenta los gobiernos, pero en muchos de los casos, los tienen dentro de casa, los han educado ellos dentro de su sistema, y ​​no hay nada que hacer, pueden atentar siempre que quieran, allí donde quieran y, si unos fallan tras de sí vendrán otros, y otros y otros. No puedes derrotar a una enemigo que está dispuesto a matar y a morir a la vez.
De nada sirven los ejércitos convencionales como se ha hecho patente una y otra vez, ni el contraespionaje, servicios secretos, policía y otros sistemas de prevención convencionales. No es neesaria tampoco ninguna gran infraestructura para cometer un atentado como el de Túnez de ayer, con un solo iluminado que puede coger una ametralladora y varias bombas de mano, es suficiente.
Y esta sociedad adocenada que reclama seguridad al cien por cien para todo, que lo quisiera tener todo controlado, debe empezar a entender que la seguridad al cien por cien no existe, pero así como hasta ahora, nos habíamos acercado en varios aspectos , ahora se ha estancado por mucho tiempo.
El terrorismo global es una amenaza real, diaria, que puede estallar en cualquier momento en cualquier lugar del planeta, allí donde menos se espere. Puede ser en un avión, en un tren, un autobús, una terminal, un Centro Comercial, una Fiesta mayor, un Hotel o en medio de una calle, una plaza, o en una playa turística en Túnez. 
Contra estos ataques no hay nada que hacer, sólo esperar que toque en otro lugar que no sea en tu casa, no valen ni la policía ni el ejército. Dicen los diarios que a Saifeddine Rígui, la policía tunecina lo tenía fichado y lo seguían, pues no se como ni quién, Rigui estuvo sesenta minutos, una hora eterna, disparando tranquilamente a quien le pareció por la playa oel Hotel Riu. Me pregunto dónde estaba la policía que le seguía y lo tenía supuestamente controlado. Por cierto, que en Túnez es el único lugar del norte de África donde triunfó la primavera árabe, y esta factura se la están cobrando los de ISIS a plazos.