¿Y para qué todo este escribir? Contemplar lo que se garrapatea al albur del momento puede producirnos ahora cierta satisfacción, pero mañana, ¡ay!, esta misma noche, ¡ay!, es algo rancio, plano y sin provecho; algo, en fin, de lo que sólo nos queda la concha, como ese rojo caparazón de langosta hervida que te mira abandonado en el camino.  (5 de marzo de 1838)

No deberíamos esforzarnos fríamente en analizar nuestros pensamientos, sino mantener la pluma pareja y paralela a la corriente, lograr una exacta transcripción suya. El impulso es, a la postre, el mejor lingüista y, en cuanto a su lógica, aunque no responda a Aristóteles, no puede dejar de ser la más convincente. Cuanto más nos aproximemos a una completa, pero sencilla transcripción de nuestro pensamiento, más tolerable será la pieza, porque soportamos considerarnos en un estado de pasividad, o en una acción involuntaria, pero rara vez lo soportan nuestros esfuerzos, y menos aún nuestros raros esfuerzos.  (7 de marzo de 1838)

El poeta. Ha de ser algo más que natural, incluso sobrenatural. La naturaleza no hablará a través de él, sino junto a él. La voz del poeta no procede de la niebla de la naturaleza, sino que, tomando su aliento de ella, hará de la naturaleza la expresión de su pensamiento. Cuando lleva un hecho de la naturaleza al espíritu, poetiza. Habla sin referencia de tiempo ni lugar. Su pensamiento es un mundo, el de la naturaleza otro. El poeta es otra naturaleza, el hermano de la naturaleza.  (3 de marzo de 1839)

 Ninguna definición de la poesía es adecuada salvo que sea poesía. El análisis más preciso de la sabiduría más escogida sigue siendo insuficiente, y el poeta demostrará enseguida que es falso, al rechazar sus exigencias. Es, en realidad, todo lo que no sabemos.
 (Enero de 1840)

Una palabra es más sabia que cualquier hombre, que cualquier serie de palabras. Tal vez sea falsa en su acepción actual, pero en su acepción más íntima, por etimología y analogía, se da a sí misma por buena. El lenguaje es la obra de arte más perfecta del mundo. El cincel de mil años lo retoca.
(Posterior al 27 de julio de 1840)

Con pocas palabras mostramos lo insuficientes que serían muchas. Si tras una conversación devolviera a mi pensamiento su dignidad y autoridad primordiales, podría recurrir de nuevo a mi primer juicio, sencillo y conciso. En extensión podríamos ofrecer una pauta de concisión, pero en profundidad resultamos prolijos. (4 de noviembre de 1840)

Una frase perfectamente saludable es muy rara. A veces he leído alguna que fue escrita mientras el mundo giraba, mientras la hierba crecía y el agua corría. (10 de enero de 1841)

Deberíamos ofrendar diariamente nuestros pensamientos perfectos a los dioses; nuestra escritura debería consistir en himnos y salmos. Quien escribe un diario es un proveedor de los dioses. En cada frase hay dos caras: una es contigua a mí, pero la otra mira a los dioses y nadie la ha afrontado nunca. Cuando expreso un pensamiento boto una nave que ya no surca mi puerto, sino que se dirige al piélago. En consecuencia, exige una intuición divina, una visión frontal, capaz de leer lo que se ha escrito con grandeza. (13 de enero de 1841)

La buena escritura, como las buenas acciones, ha de consistir en obedecer a tu conciencia, sin una pizca de voluntad o capricho. Si sabemos escuchar, oiremos. Nos instalaremos de nuevo en el pináculo de la humanidad escuchando con reverencia la voz interior. (26 de enero de 1841)

Mi pensamiento más doméstico, como el diamante extraído de lo más profundo de la mina, brillará con el resplandor más puro. Aunque escribo todos los días, cuando digo algo bueno parece como si rara vez escribiera. (26 de febrero de 1841)













“Escribir”, de Henry David Thoreau
Selección del blog Descontexto.