Se trata de ser o no ser, esa es la cuestión, como decía Hamlet. Y no es exactamente una cuestión de nombres. Soy partidario de una utopía política sin banderas, sin himnos y sin vivas: partidario de una política sin ingredientes irracionales. Momentáneamente, las cuatro barras, allí donde sean proferidas, serán una manifestación de ira histórica y actual. O una alegría fantasiosa e histórica de futuro. Y es que después de tantos meses seguidos de sembrar vientos, no seria nada improbable cosechar tempestades.
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