El ocio implica sobre todo la necesidad de un entretenimiento mental. O, dicho de otra manera, únicamente estamos ociosos de verdad cuando sentimos esa necesidad. El ocio, pues - supone - la inmunidad respecto al trabajo, pero también la falta de inquietud moral y de molestias físicas. Y no todo el mundo es capaz de aburrirse; el tedio exige una técnica refinada y una predisposición personal bien particular; en esencia: hay que tener mucha imaginación, agotarla, y luego sentir la añoranza. Tal vez, en última instancia, el ocio auténtico es sólo la muerte. JOAN FUSTER